20.12.13

Más nombres raros (en el Ejército)

Como parte de un trabajo que estoy realizando, tomé contacto con una lista que reúne los nombres de todos los egresados de la Escuela Militar entre 1885 y 1985.
Como no podía ser de otra manera, la nómina incluye nuevos aportes al acervo de nombres raros orientales. A algunos la voluntad de sus padres parece haberles determinado la vocación, ya que llevaron o llevan el nombre de grandes batallas, como Verdún o Marne. Otros, como es habitual en Uruguay, portan como nombre el apellido de grandes políticos, militares u hombres de las artes o de las ciencias: los hay Artigas, Rivera, Oribe, Bolívar, Batlle, Beethoveen y Huxley, entre tantos otros.
Algunos de los nombres que se destacan:

Epigmenio Bachini
Bervano Bianchi
Doddy Nieto
Inaudi López
Naurelino Rozas
Dulcineano Castromán
Togo Hasdovas
Danubio Moreira
Oriobaldo Nieves
Faborín Belén
Juancito Urquhart
Crispín González
Cloto Masciardi
Darling Colina
Dystor Pérez
Eliocadio Martínez
Spikerman Rodríguez
Marciano Fontes
Florbelito De Moraes
Gulliver Sanguinetti
Hoberg Piñeiro


nombres raros
Circula por internet: al parecer en República Dominicana también hay nombres que se las traen.

23.11.13

El Fantasma de 1950 nos persigue a nosotros

Por favor, que no se tomen estas líneas como falta de admiración por la hazaña de los campeones de 1950. No seré yo quien minimice en un blog la gloria que ganaron en la cancha. Tampoco quisiera que fueran tomadas como una falta de reconocimiento y cariño a la selección que en forma tan meritoria obtuvo el cuarto puesto en Sudáfrica 2010. De mi parte, todo lo contrario.
Sin embargo, y después de tanta celebración al Fantasma del 50, no puedo dejar de decir dos frases al respecto:

a) Después de Maracaná, Brasil ganó cinco Copas del Mundo. Uruguay ninguna.

b) El Fantasma de 1950 ya no persigue a Brasil. Nos persigue a nosotros.


Brasil sacó, es evidente, las lecciones correctas de aquella dolorosa derrota. Hoy sus equipos son temidos en todas las canchas del mundo, en el campeonato que sea. Aunque su liga no pueda mover el dinero de la española o la italiana, los brasileños son la principal potencia del mundo del fútbol. Se han aburrido de ganar Copas del Mundo. Han compensado con creces Maracaná.
Nosotros, en cambio, nunca más ganamos. Desde hace 63 años vivimos recordando aquel día. Como dijo Pablo Da Silveira cuando comenté esto mismo en Twitter:


Maracaná


Tiene razón Da Silveira. Maracaná -la culpa no la tienen los campeones- nos paralizó. Nos paralizamos, y no solo en fútbol. Llevamos décadas intentando que se repita, que vuelva Maracaná, que regrese el paraíso batllista (¿existió?), que otra vez seamos los campeones del mundo, sin entender siquiera por qué aquello tan maravilloso ocurrió.
Sacamos la lección incorrecta. Mientras las selecciones brasileñas cada vez jugaban mejor, nosotros creímos que la clave de aquella hazaña fue la pelota abajo del brazo del Negro Jefe. Apostamos a la "garra charrúa" mientras se repetía que el exquisito Juan Alberto Schiaffino era un pecho frío.
Soñando con nuevos Maracaná, creímos que ganar era así de fácil y caímos cuesta abajo en la rodada. Mientras los demás daban vueltas olímpicas, mientras otros países que no sabían jugar al fútbol aprendieron, la televisión mostraba en vivo al Tano Gutiérrez apretándole el cogote a un belga y al Pato Sosa despeinando a Cristino Ronaldo.
Aunque muchos se enojaron, entendí por qué Diego Lugano mandó al diablo al Fantasma de 1950. Porque esta última selección fue la primera en mucho tiempo que quiso sacarse de encima las cadenas de todos los fantasmas que el fútbol uruguayo viene arrastrando desde hace décadas. Estos futbolistas en Sudáfrica salieron a la cancha sabiendo que ganar no es así de fácil. Que no basta con apretarle el cogote a uno, despeinar a otro, meter un planchazo y meterse la pelota abajo del brazo. Con sacrificio, fueron a hacer lo mejor posible, a ganar o perder jugando al fútbol. Y no les fue mal. Lo que lograron en África y reafirmaron en la Copa América -y que pareció replicarse en algunas selecciones juveniles-, fue una gran alegría para todos y también la esperanza de un ciclo nuevo, no atado a los errores del pasado. Babosear, festejar nuestra supuesta viveza, ganar antes de salir a la cancha, creer que los demás nos tienen miedo, pensar que estamos destinados a la gloria por destino manifiesto, todo eso es parte del viejo repertorio. Es el tango que nos hizo mal. El pozo. El fantasma que nos persigue y no nos quiere soltar.


Pato Sosa Cristiano Ronaldo




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4.11.13

"En términos de la cultura: ¿qué importa si uno de mis 32 choznos fue charrúa?"

"Ser indio en el Uruguay". Ese era el título de una mesa redonda en la Facultad de Humanidades, en el marco de las Primeras Jornadas "Pueblos Originarios: nuevas miradas y debates en torno al pasado indígena". Fue en octubre de 2011. Para dar una idea del tenor de la actividad, una de las ponencias que presentaron ese día se titulaba: "Mujeres Charrúas rearmando el gran quillapí de la memoria".
Fue la última vez que vi al profesor Renzo Pi Hugarte. La sala donde se desarrollaron las conferencias era un aula común y corriente, no muy grande, totalmente repleta de gente. El público era "charruísta". Muchos estaban vestidos de indios: llevaban coloridas prendas del Altiplano, vinchas, camisetas estampadas con el rostro de caciques siux o piel roja.
Entre los expositores estaban los dos maestros de la antropología en Uruguay: Pi y Daniel Vidart.
Ya lo conté en una entrada anterior: Pi habló sentado en una mesita frente a todo aquel auditorio. Todo lo que dijo era todo lo que aquella gente no quería oír. Les dijo que no por vestirse de indios revivirían a la desaparecida etnia. Y que no alcanzaba con proclamarse "indio en el Uruguay" para serlo. Luego Vidart lo reafirmó a su turno con una conferencia titulada como una piña en el estómago: "No hay indios en el Uruguay contemporáneo".
Vuelvo sobre este tema porque, mientras buscaba otra cosa, encontré la grabación de aquella intervención de Pi, que creía haber perdido.
Vale la pena transcribirla. Es un ejercicio de honestidad intelectual y coraje totalmente fuera de lo común para un país que tiene demasiados intelectuales campeones de lo políticamente correcto, especialistas en cosechar aplausos de la tribuna, acomodaticios a más no poder.
La ponencia de Vidart de aquel día, de idéntica valentía, puede leerse aquí. La de Pi, que falleció el 15 de agosto de 2012, no estaba disponible hasta hoy. La reproduzco hoy aquí, gracias a la grabación encontrada.
Dijo Pi Hugarte:

"Lo que yo puedo decir todos ustedes lo saben porque lo he dicho muchas veces y lo he escrito. No siempre ha caído bien, sobre todo a aquellos que se sienten indígenas por una cuestión de corazón.
Lo que un individuo es desde el punto de vista étnico no depende exclusivamente de lo que él pueda decir que es, o creer que es. Depende también de cómo lo ven los otros. Porque sin estas dos cosas, no hay identificación étnica.
Yo he vivido tantos años en Ecuador y soy ciudadano ecuatoriano inclusive. Es un país multiétnico, multicultural, algo que la nueva Constitución ahora reconoce. Yo recuerdo una discusión que tenía con mis amigos en ese país, que me decían "somos todos ecuatorianos". Sí, es cierto, hasta yo que no nací aquí soy ecuatoriano, les respondía, pero hay salasacas, hay saraguros, hay cofanes, hay achuar. Sí, son todos ecuatorianos, pero no como ustedes, autodefinidamente blancos de clase media, universitaria. Es otra cosa.
indios uruguay Pi HugarteYo me enfrentaba con un saraguro o un salasaca y tanto yo como él sabíamos que era un saraguro o un salasaca. Porque tienen su lengua, sus tradiciones y hasta su manera de vestir distinta.
El asunto de la naturaleza étnica es una cuestión cultural. No interesa para nada en el orden de la cultura los genes que uno pueda tener, los genes no determinan nada. Esto puede ser incluso una carga lamentable del siglo XIX, cuando se pensaba que la cultura era una consecuencia de la raza, lo que llenó los museos europeos de colecciones de cráneos del mundo, porque se pensaba que dada la forma del cráneo se iba a poder determinar el tipo de cultura que esos individuos habrían generado. Hoy hemos dejado de lado todo eso, entre otras cosas porque el concepto de raza ha sido completamente devaluado científicamente y en términos de cultura nada significa.
Los países europeos ahora están sufriendo, por la gran inmigración que están teniendo, un proceso similar al que sufrieron algunos otros lugares del mundo, entre otros el Río la Plata, donde confluyeron individuos de todas partes. Realmente de todas partes y de culturas y aspectos físicos muy diversos.
Los del aspecto físico creo que es una cuestión muy menor. Siempre recuerdo a los que fueron los hermanos que no tuve en mi infancia y adolescencia ya lejanas, los García Gómez, que eran hijos de un exiliado republicano español y de la lavandera del pueblo, él perfectamente blanco y rubio y ella una mulata oscura. Los hijos de los mismos padres pueden salir con tintes diversos. Entre estos queridos amigos míos -que yo he tenido no sé si la suerte de vivir más que ellos-, la mayor, la Ñata, si uno le preguntaba qué era racialmente, ella respondía que era blanca, a pesar de que era la más oscura de los hermanos. Claro, se llamaba Blanca de nombre, porque su madre había querido "blanquearla" de esa manera. (Y ella se "blanqueó" después casándose con un italiano y tuvo hijos rubios). En cambio el hermano que era de mi edad, el más amigo mío, Fernando, era blanco como yo de piel, pero con la nariz platirrina y con motitas. Y si uno le preguntaba: Miope, ¿qué sos vos racialmente?, él decía: negro.
Entonces, la apreciación subjetiva puede ser muy variada y no da lugar a una certeza. No es por ese lado que vamos a llegar a nada. No es por ese lado. Por eso me llaman la atención algunas cosas que están en el programa de estas jornadas. Para que haya un grupo étnico tiene que haber un grupo. No tiene que haber un individuo aislado, que tenga un lejano antepasado cuya comprobación puede ser en gran medida mítica porque se basa en conversaciones de fogón y de cocina. En tanto que se borran los otros (antepasados), que sí tienen una historia concreta, un nombre concreto y una historia que se puede reconstruir perfectamente.
Todos tenemos dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, 16 tatarabuelos, 32 choznos. ¿Qué importa que yo haya tenido un chozno, uno de esos 32 que haya sido charrúa o minuán?  ¿Importa algo en los términos de la cultura? Ni siquiera importa lo más cercano. Yo tuve un abuelo catalán. ¿Qué tengo de catalán?  ¡Nada! Absolutamente nada. Y en esto desafío a cualquiera de ustedes que vaya a Cataluña, como a mí me pasó: fui a Cataluña y sentí que lo único que tenía era un apellido que me identificaba como tal:  no hablo la lengua, ni tengo la visión, ni los sentimientos ni las apreciaciones que un catalán crecido en Cataluña puede tener. Entonces yo insisto como he insistido siempre en el hecho de la cultura.
Suecia recogió gente perseguida de todo el mundo. No sólo había uruguayos en Suecia. Había malayos, indonesios, que físicamente son muy distintos a los suecos pero cuyos hijos aprendieron a hablar esa lengua, es la vida que han hecho. Si volvieran a Camboya o al lugar de donde salieron sus padres o sus abuelos, se sentirían totalmente perdidos, totalmente ajenos porque lo propio de ellos es el mundo y la cultura sueca que absorbieron.
Recuerdo que una guía en Versalles era descendiente de vietnamitas, con todo el aspecto físico oriental: el pelo negro chuzo, los ojos almendrados, el color atezado, la baja estatura. Y ella hablaba de la época de Luis XIV, del Rey Sol, de la época en que se había construido el palacio que se visitaba y hablaba de "nosotros".  Eso para ella era "nosotros": ella se identificaba con esa historia porque, claro, había crecido ahí. De vietnamita no tenía más que el aspecto y esto en términos de la cultura no importa absolutamente nada.
Esto yo lo he dicho muchas veces. Ha generado malestar en muchos. Recuerdo un charlista qué bombardeaba al rector de la época con notas descomunales. Una llegó a tener 45 páginas exigiéndole al rector de entonces -que era Brovetto- que me licenciara porque yo hablaba mal de los charrúas. ¡Y éste que decía eso era un criollo falsificado, un gringo chacarero de afuera recién llegado! ¡Qué me venía con cosas! Pero no, él se consideraba charrúa. Se creía charrúa no sé por qué razón, por qué historias de fogón y cocina de alguna lejana abuela. Tenía un apellido que lo identificaba perfectamente como lucano, el apellido es el nombre de un pueblo que está cerca de Potenza, y puedo hablar con todo conocimiento del hecho porque estuve allí, un pueblito bastante lindo que tiene una iglesia del siglo XIII que vale la pena verla. Si me hubiera dicho que era descendiente de italianos y qué entre sus dieciséis bisabuelos había una que era indígena, era un dato curioso y nada más. En todo lo demás, física y culturalmente, no tenía nada que ver. La última vez que lo vi se había pintado el pelo todo de rojo. No de un rojo natural, sino de un rojo forzado. Me quedé pensando si no sería una antigua cultura de guerra.
Insisto: la identificación étnica del individuo no depende sólo del individuo que dice ser esto o lo otro. depende también de cómo lo ven los otros.
Ahora, ¿qué diablos es una etnia? En la tradición cultural francesa se considera que lo definitorio de la etnia es la lengua. En la tradición intelectual alemana lo definitorio es la historia y la tradición. Ambas posiciones no son desde luego contradictorias. Es más, uno podría decir que si no se dan las dos cosas no tenemos una etnia.
Hay algo que los europeos del siglo XIX no pudieron ni siquiera sospechar. Acá en el Río de la Plata nuestra etnia es la rioplatense. Cuando yo me encontraba con mi amigo el Miope, hijo de un español y la mulata lavandera del pueblo, teníamos la misma etnia, no teníamos la misma raza tal vez. Cuando me encuentro con mi amigo Olivera Chirimini me pasa lo mismo, o con Romero Rodríguez: no tenemos la misma raza, ellos tienen un mestizaje africano. Pero sí tenemos la misma etnia: hablamos la misma lengua y tenemos las mismas tradiciones rioplatenses, nos gustan las mismas cosas: el candombe, el tango, tenemos ciertos principios éticos que se llevan nuestra conducta en la acción. Esto es lo que los europeos del siglo XIX no pudieron imaginar: se puede ser de razas distintas -si es que validamos el concepto de raza- y de etnia idéntica.
Claro que en un país como Ecuador, como les contaba, las cosas no son tan así. Porque ahí si se da una identidad entre la forma de la subraza americana y la cultura y la lengua que tiene. Un shuar no es lo mismo que un cofán: hablan lenguas tan distintas como puede ser el sánscrito del castellano, aunque tal vez tengan un origen lejano común y tengan un aspecto físico qué pueda hacerlos parecidos al menos a nuestros ojos, que tendemos a verlos más parecidos de lo que son.
No sé qué más decirles mis amigos. Tengo el temor de que estas cosas puedan llevar a una visión racista, no tenemos por qué explicar lo peligroso que es todo esto. Se ha hablado de Estados Unidos. ¿Vamos a caer en el mismo extremo, que si uno tiene uno de los cuatro abuelos de ascendencia africana necesariamente es negro? ¡Es un absurdo!"

28.10.13

Hugo Batalla: "Brilló en la oscuridad"

A partir del miércoles 30 de octubre estará en las librerías Hugo Batalla. Las luchas más duras, un gran libro del periodista Leonel García. Tuve el honor de que se me pidiera escribir el prólogo. Éste fue el resultado:


Conocí a Hugo Batalla a mediados de los años 80, cuando él ya era uno de los hombres más prestigiosos y más queridos en todo Uruguay y yo apenas un muchacho que empezaba en el periodismo.
No recuerdo con precisión cuándo fue la primera vez que lo vi en persona, pero pienso que debe haber sido en la redacción de la revista Zeta, la publicación oficial de la lista 99.
Yo buscaba hacerme un lugar el mundo del periodismo, era colaborador del semanario Aquí y, en el afán por publicar también en Zeta, había presentado a los responsables de la revista la idea de escribir una sección de humor. Proponía hacer una especie de “frases de la semana” pero con frases falsas, que provocaran la risa. Se trataba de parodiar refranes, discursos políticos, eslóganes partidarios y avisos comerciales. Todavía no sé cómo aceptaron mi idea, pero la sección comenzó a publicarse. A falta de un nombre mejor, alguien le puso “Las frases de Leonardo”.
Biografía Batalla del periodista Leonel GarcíaNunca nada de lo que hice en el periodismo me provocó tanta angustia. Pasaba las semanas pensando oraciones y me costaba encontrar alguna que de verdad hiciera reír. Hoy recuerdo aquella sección como muy mala y espero que a nadie se le ocurra rescatarla del olvido.
Lo bueno fue que allí, en la redacción de Zeta, entregando mis frases y algunas notas serias que también escribí, comencé a ver a Hugo Batalla.
Yo sentía cierta desconfianza de la aureola que lo rodeaba: el tal Hugo no podía ser tan fenómeno, tan crack, tan buen tipo como todo el mundo decía.
Pero me llevé una sorpresa. Es cierto que, conforme me fui formando como periodista, comencé a conocer más la historia reciente y con ella todo lo que Batalla había hecho en la dictadura. Pero lo que me hizo cambiar mi primer prejuicio de desconfianza no fue aquello, sino el modo en que Batalla me trataba cuando me veía en la revista. ¡Leonardo!, decía y yo casi que no podía créelo. Yo era el último orejón del tarro en aquella redacción pero Batalla siempre me saludaba por mi nombre, ¡y hasta me felicitaba por mi sección! Y no era falso: me constaba porque me comentaba las frases, las repetía, se reía a carcajadas y me preguntaba qué tenía para la próxima entrega.
Ni que decir tengo que empecé a sentirme halagado. Pero lo que más me sorprendía era que ese hombre con miles y miles de votos fuera de tan fácil acceso, tan sencillo, tan llano, tan poco agrandado y tan distinto a todos los políticos que yo ya había comenzado a conocer.
Una cosa me llamaba mucho la atención: Batalla no tenía idea de si yo lo votaba o no. Nunca jamás me lo preguntó, ni se interesó por saberlo, lo que no lo influía para nada en el trato que me dispensaba.
Me salteo unos años. Estamos en enero de 1989. El Frente Amplio está en crisis y a punto de quebrarse. La 99 -el Partido por el Gobierno del Pueblo- se apresta a abandonar la coalición junto con el Partido Demócrata Cristiano. Yo ya logré ingresar a la plantilla fija del semanario Aquí y me encargan que entreviste a Batalla, sobre este tema, el asunto político del momento. Es difícil concretar la entrevista, porque la mitad de los periodistas del país están detrás suyo y porque las reuniones políticas que lo tienen como protagonista se suceden día tras día.
No existía el teléfono móvil en 1989. Lo llamo a Batalla a su despacho, a su casa, y siempre acepta ponerse al teléfono. Nunca dice que no está. Sin embargo, no tiene un espacio libre en su agenda y es verdad.
Al fin me dice que vaya al Parlamento a las cinco menos diez, conversaremos antes del comienzo de la sesión del Senado. Pero llega tarde y la sesión ya comenzó. Lo acompaño a su despacho. A cada dos pasos alguien lo detiene. Hay periodistas que le preguntan qué novedades hay de la crisis del Frente. Batalla responde. Un movilero de un informativo de televisión (en aquellos años esa palabra no se usaba) le pide que le explique qué se está decidiendo en el Senado, porque no sabe qué va a decir cuando salga al aire. El senador Batalla, el político del momento, le explica como si fuera un maestro de escuela. Una secretaria la avisa que una organización social lo invita a un almuerzo. Batalla le dice que no tiene tiempo y pide si el almuerzo se puede cambiar por un café, porque no quiere fallarle a esa gente.
La entrevista la hice así, acompañándolo por los pasillos del Palacio y hasta en el baño, siendo interrumpido decenas de veces por decenas de personas con decenas de motivos diferentes, y Batalla siempre atendiéndolos a todos. Sonriendo, a pesar de que aquellos días no eran sencillos.
Días atrás, en una conferencia de prensa, alguien le había preguntado si era agente de la CIA. Conforme se hacía evidente que la 99 se iría del Frente Amplio (¡las cosas que decía entonces Batalla se parecen tanto a las que dice hoy Asamblea Uruguay!) habían comenzado a aparecer los carteles de “traidor”. “Tengo toda una vida detrás, y quiero que se me juzgue por toda una vida. No quiero que se me juzgue por solo un acto”, pidió Batalla en aquella entrevista. Le dije que muchos decían que era un buen tipo, honesto, macanudo, pero que no servía para líder político. Respondió: “Un hombre inteligente es siempre importante. Un hombre bueno es siempre mucho más importante”.
Salto otra vez en el tiempo. Vamos al 3 de octubre de 1998, el día de la muerte de Hugo Batalla. A la tristeza que me provoca su fallecimiento, se suma el dolor de notar demasiadas ausencias en su entierro.
Qué país de mierda.
Este libro de Leonel García salda parte de la deuda que Uruguay tiene con ese gran hombre que fue Hugo Batalla. Se trata de una obra completa, documentada y escrita con las mejores características del buen lenguaje periodístico. Leyendo estas páginas, volví a ver al Batalla que veía en Zeta. Disfruté de la lectura y reí a carcajadas con las ocurrencias del Hugo, sus chistes y su humor absurdo y volví a sentir aquella felicidad que sentía cuando me comentaba “las frases de Leonardo”.
Recordé al Batalla político, al hombre que prefería tender puentes que dinamitarlos. Cómo no sentir indignación, al leer el libro, ante aquellos que impulsados por la nefasta lógica del todo o nada boicotearon el proyecto Zumarán-Batalla para castigar las violaciones más graves a los derechos humanos durante la dictadura. Ellos también son corresponsables de la espantosa ley de Caducidad, aunque no lo admitan.
El libro entero vale la pena ser leído. Pero me gustaría destacar una frase. El capítulo que cuenta la vida de Batalla durante la dictadura militar lleva un gran título. Son apenas cuatro palabras que lo dicen todo: “Brilló en la oscuridad”. Porque Hugo Batalla alumbró con su coraje nuestra noche más oscura. Eso es algo que nunca debió ser olvidado, más allá de los vaivenes de la política. Los testimonios que recoge al respecto Leonel García mueven a conmoverse ante la generosidad y la valentía de un gran hombre que nunca posó de tal.
Porque Leonel García es un buen periodista también fue a buscar la otra campana. Y allí aparece otra vez, todavía, irracional, desagradecida, tan vacía de cariño como de argumentos, la helada mezquindad que terminó por expulsar a Batalla de su querido barrio de La Teja. Los hechos, relatados con precisión y detalle en el libro, hablan por sí solos y ponen la historia en su justo lugar.
En aquella entrevista que le realicé yendo de aquí para allá por el Palacio Legislativo, Batalla respondió a los que ya comenzaban a negarlo:
“Muchos confunden blandura con tolerancia. Yo soy un hombre tolerante, y me honro y enorgullezco de serlo. ¿Blando? ¡La puta! Acá hay que ver si todos pusieron lo que tiene que poner un hombre sobre la mesa en la dictadura. Ahora es facilísimo ser revolucionario. Y yo estuve en la primera línea de lucha. Y a nadie le pedía clemencia. Nunca. Acá me jugué las cartas, porque entendí que era mi obligación de hombre, más que como ciudadano o como abogado. ¿Te das cuenta? Por eso estoy en paz con mi conciencia. De noche me acuesto y duermo”.

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12.10.13

Una historia triste y la previa perfecta

Me preparé para leer el libro sobre Fabián O´Neill como para ir a una fiesta. Porque sé que sus autores son cultores del buen periodismo. Y porque esperaba leer de la vida de un crack capaz de dejar de lado los famosos "códigos del fútbol" para contar algunas verdades y hacerme reír con sus anécdotas.
Sin embargo, conforme avanzaba las páginas, me invadió una enorme tristeza. Hasta la última gota, de Federico Castillo y Horacio Varolies un libro triste, muy triste.
Fabián O´Neill Federico Castillo Horacio Varoli
Quiero explicarme bien. El libro no es malo, al contrario: está muy bien escrito y es un buen resumen de la vida de O'Neill. Pero lo que te angustia es lo que se cuenta, porque la vida de este crack es un catálogo de penurias, no falta casi ninguna.
El resumen podría ser así: Fabián O´Neill era un muchacho bueno y dotado de una doble condición tan rara como extraordinaria: una impresionante fuerza física y una notable habilidad para jugar al fútbol, la mezcla perfecta, una combinación improbable, casi imposible, entre Messi y el Indio Olivera.
Pero no resultó bien. No obtuvo grandes títulos ni grandes triunfos. Las anécdotas que se recuerdan de su carrera, la mayoría, son más patéticas que risueñas: jugar un partido borracho y rogarle al técnico para salir por no poder tenerse en pie, por ejemplo. Pasó por Italia sin conocer el país y sus maravillas, prefería quedarse encerrado en los hoteles. Tampoco aprendió el italiano: otros futbolistas uruguayos, de origen tan humilde como el suyo, sí aprendieron y le traducían. Se retiró a los 29 años cuando los cracks están en su esplendor. Hoy tiene 39 y ya perdió los diez millones de dólares acumuló como futbolista profesional. También las propiedades. Fue procesado por la Justicia. Tiene dos hijas adolescentes a las que casi no ve y con las que tiene un trato frío, lejano, distante.
La vida entera sacrificada en el altar del alcohol. Todo muy triste para un muchacho que, además, todos dicen que es un gran tipo.
El libro, por suerte, termina con una luz de esperanza. O´Neill tiene una esposa que lo quiere, un hijo chico al que está criando y, lo más importante, dice que no está tomando más.
Esperanza que se encargaron de destruir un sinfín de programas televisivos que, como buitres, corrieron presurosos detrás de O´Neill para mostrarlo una y otra vez, sin pudor y sin piedad, tomado, contando historias de borrachos y explicando que nunca dejará la bebida. ¿No tienen vergüenza en ganar puntitos de rating de un modo tan bajo?
Hasta la última gota debería usarse como texto en los liceos. Porque no hay mejor retrato de los peligros del alcoholismo. La lectura deja en claro que ser borracho no es divertido, tal como parecen sugerir los conductores televisivos que se matan de risa mientras curran en forma alevosa mostrando hoy al ex futbolista.
O´Neill tuvo una infancia díficil, según cuenta el libro, y comenzó a beber a los 9 años. Vamos camino a tener muchas historias como la suya. Las estadísticas de la Junta Nacional de Drogas dicen que cada vez los chicos se inician antes en el alcohol. Ahora estamos en los 12 años. A los 14 años los que beben llegan al 54%. El 60% de los liceales que toma (o el 29% del total) bebió al menos una vez en el último mes una cantidad peligrosa de alcohol: eso implica meterse en el cuerpo, en una misma ocasión, más de dos litros de cerveza, o 3/4 litros de vino o cuatro o más medidas de bebidas destiladas. Toman para emborracharse. Los comas alcohólicos entre adolescentes uruguayos son casi tan frecuentes como la gripe. Las muertes por accidentes de tránsito debidas al alcohol son una epidemia. Mientras tanto, hay empresas que hacen avisos como éste, pregonando con alevosía que "la previa 100% perfecta" (los chicos de 12 y 13 ya hacen previas) es con vodka, sobre todo, y también con whisky.
whisky vodka
Responsabilidad empresarial. Autorregulación publicitaria. Infotainment televisivo. Hay muchos cretinos alrededor nuestro.
Ojalá O´Neill no dé más entrevistas.
Ojalá deje la bebida.
Ojalá tenga suerte con su hijo chico.
Ojalá su historia no se repita.
La noche es de los que salen, pero la vida es un drama para los niños que beben y para todos los alcohólicos.





26.9.13

Más sobre Soros y la marihuana

Hace unos meses escribí en este blog una nota señalando que George Soros, multimillonario y curiosa mezcla de especulador financiero y filántropo, estaba solventando la campaña en televisión a favor de la ley de habilitación del mercado de la marihuana.
Mi nota denunciaba la entrada en secreto de Soros a la arena del debate político en Uruguay, en una operación rodeada de un curioso silencio.
Luego me permití dudar de hasta qué punto la inversión de Soros podía ser interesada o desinteresada.
Recordé que es inversionista de Monsanto, la multinacional que patentó la soja transgénica y el glifosato. Recordé que en Uruguay habíamos comenzado discutiendo una ley para que los que fuman marihuana pudieran plantar en su casa y terminamos en lo que ahora Soros y el presidente Mujica coincidieron en llamar un experimento, una prueba mundial de laboratorio.
Pero no afirmé nada más al respecto porque no tengo pruebas de otra cosa. Solo hice dos afirmaciones, que son ciertas:
a) Soros financió la campaña televisiva a favor de la marihuana en Uruguay.
b) Soros es accionista de Monsanto.

Algunas cosas que ocurrieron en los últimos días me obligan a volver sobre este tema y a hacer algunas puntualizaciones.
El diputado Sebastián Sabini, uno de los primeros en trabajar en este tema, realizando esfuerzos que conozco, dijo en Twitter estar indignado porque yo habría "asegurado" que los redactores de la ley fueron "presionados".








La verdad es que yo no dije ni una cosa ni la otra. No lo dije en aquella nota, ni en las redes sociales, ni siquiera en privado.
No puedo hacerme cargo de lo que digan otros, en un país donde TODO se usa partidariamente.
Además, hoy Monsanto negó, en un comunicado que divulgó El País, estar interesada en cualquier cosa referida a la marihuana en Uruguay y también negó estar buscando patentar una marihuana transgénica.
Esa era una de las preguntas que yo me hacía en aquel artículo y ahora hay una respuesta oficial de esta empresa.
Más allá de estas dos puntualizaciones, desde aquella anterior publicación, nuevas informaciones han aparecido sobre este tema, algunas en la prensa y otras divulgadas en las redes sociales por Gerardo Ruiz. Las comparto porque las considero de interés.

a) Soros, ha través de la fundación Open Society, también apoyó con su dinero las campañas televisivas que se hicieron en los estados norteamericanos de Washington y Colorado para despenalizar allí el consumo de marihuana. Lo dijeron Hannah Hetzer, coordinadora de la Drug Policy Alliance, y John Walsh, de la organización estadounidense WOLA, en esta entrevista con Emiliano Cotelo en radio El Espectador. Dijo Hetzer: "Cualquier iniciativa popular necesita una campaña de opinión pública para arrancar, y en los Estados Unidos estas campañas cuentan con el apoyo de organismos como la DPA y la Open Society Foundations".

b) Los voceros de Regulación Responsable, por ejemplo en este debate en Canal 12, han sostenido que simplemente le pidieron un dinero a Open Society para financiar su campaña en televisión y que no hubo otro nexo con la fundación de Soros.
Sin embargo, la influencia de la gente de Soros en Uruguay comenzó antes de la campaña televisiva. En febrero de 2013 Hetzer y otros expertos de la Open Society Foundations, la Drug Policy Alliance entre otras organizaciones estadounidenses, dieron un taller en Montevideo organizado por la Junta Nacional de Drogas, sobre "comunicación estratégica sobre legalización de marihuana". Aquí hay más detalles, en la página de Presidencia. Los gastos de los visitantes fueron pagados por la Presidencia: http://archivo.presidencia.gub.uy/sci/resoluciones/2013/02/presidencia_189.pdf
Hetzer ya había estado en Uruguay en setiembre de 2012, con pasajes y gastos también a cargo de Presidencia: http://archivo.presidencia.gub.uy/sci/resoluciones/2012/10/presidencia_1959.pdf

c) Entre quienes vinieron a Uruguay en febrero estuvo Dan Kully, especialista estadounidense en comunicación política. Kully hizo la campaña televisiva en favor de legalizar la marihuana en el estado de Washington. Los avisos son muy parecidos en su esquema y en sus textos a los emitidos en Uruguay por Regulación Responsable. En Washington decían que era una cuestión de "sentido común". Acá "tiene sentido para Uruguay". Aquí pueden ver los avisos emitidos en Washington y confirmar o no las semejanzas.

d) Un detalle curioso: cuando en julio la Cámara de Diputados aprobó la ley de la marihuana, en el Facebook de Hannah Hetzer se la felicitaba por "un trabajo bien hecho" y por "estar haciendo historia".





































f) Más allá de su participación o no en Monsanto, Soros está presente en la producción agrícola de Uruguay a través de la compañía Adecoagro, dedicada a la soja, entre otros cultivos, y la ganadería, también en Argentina y Brasil: 

Cómo se atan todos estos datos, no lo sé.
¿Tienen alguna relación? Tampoco sé.
El diputado Sabini y cualquiera que quiera realizar alguna precisión o corrección puede contar con este espacio.

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8.9.13

La prensa uruguaya y Vitette

Un periodista del suplemento Sábado Show del diario El País consultó mi opinión respecto a toda la atención mediática que ha tenido desde su llegada a Uruguay el exconvicto Luis Vitette. La pregunta incluía mi parecer sobre la entrevista exclusiva del expresidiario con el periodista Omar Gutiérrez.
Respondí lo siguiente:


arAntonio Ladra, Ignacio Álvarez, Leonardo Haberkorn y Gerardo Sotelo opinan sobre Luis Vitette.En Uruguay se justifica a los delincuentes. El otro día, ante el asesinato de un taximetrista, el Sindicato del Taxi dijo que el asesinato “no es otra cosa que la más pura consecuencia de décadas de descomposición del tejido social". Es decir, no hay culpa de los asesinos. Sí de las injusticias sociales. Mucha gente comparte esos razonamientos. Con ese panorama no me extrañó que decenas de periodistas fueran a recibir a Vitette al aeropuerto como si fuera una estrella de rock. Vitette ni siquiera puede ser presentado como esos ladrones de guante blanco cuyo talento impide que los atrapen. Él estuvo muchos años preso. El "robo del siglo" no fue su primer delito. Según escribió en Twitter el periodista Antonio Ladra, antes robó una estación de servicio en San José, donde mató al sereno. Le pasó cuatro veces por arriba con una camioneta. Luego escapó para Argentina en una salida transitoria de la cárcel. Lindo nene para ir a recibir al aeropuerto. La entrevista de Omar es un capítulo aparte. Presentó a este señor diciendo que lo conoce desde chiquito, que quería mucho a su padre. "Yo te quiero mucho", le dijo luego. La charla duró casi media hora, pero sobre lo que pasó en San José hubo pocas preguntas. La palabra asesinato no se dijo nunca. Homicidio, asesino, homicida, tampoco. "Eso es embromado", dijo Omar. "Murió alguien", agregó en otro momento, como si alguien hubiera tenido un infarto. Vitette eludió responder sobre ese crimen y el periodista no repreguntó. Solo al final Omar volvió sobre ese tema y le sugirió que fuera a hablar con la familia "del que mataste". Vitette dijo que hacer eso sería faltar el respeto (¿?) y también que no le da el coraje. Aclaró que sí le da el coraje para "acostarse con dos señoritas". Luego le preguntó a Omar: "¿Y si te digo que yo no fui"? Omar respondió: "Capaz que no fuiste".
Hace unos meses yo estuve en ese mismo sillón, junto a Luciano Álvarez. Omar nos entrevistó sobre Relato Oculto, el libro que hicimos sobre Víctor Hugo Morales. Omar comenzó el diálogo advirtiéndonos que Víctor Hugo es su amigo (como Vitette; Omar tiene muchos amigos). A partir de allí nos sometió a un interrogatorio cuasi policial, obsesionado con encontrar un motivo turbio que justificara nuestro libro, como si fuera delito contar cosas verdaderas y documentadas sobre la vida pública de un personaje público.
Lo que nos pasó a Luciano y a mí es una anécdota. La entrevista light a Vitette, un delincuente que alardea de la cantidad de idiotas que lo siguen en Twitter, me parece algo un poco más grave. Yo le diría a Omar que deje de hacer periodismo sobre sus amigos. Va a lograr ser más ecuánime.

Aquí se puede leer el artículo publicado en El País. También opinan los colegas Antonio Ladra, Ignacio Álvarez y Gerardo Sotelo.

24.8.13

La fiesta de la nostalgia, las invasiones bárbaras

No me gusta la fiesta de la nostalgia.
Nunca me gustó hacer lo mismo que todos y menos todavía hacerlo en el mismo momento en que todos lo hacen.
Tampoco me gusta la nostalgia, aunque admito que la tengo y que me asalta muchas veces al año, no solo los 24 de agosto.
Tengo nostalgia del olor a la arena mojada en las playas de Montevideo, del túnel que atravesaba la rambla y te llevaba a la playa Malvín, de una radio Hitachi con cubierta de cuero, como las Spika, que pasaba tangos y canciones de Leonardo Favio.
hitachi con cubierta de cuero al estilo spika
Tengo nostalgia de El Diario de la noche y de todos mis perros salchicha. Nostalgia del almacén de don Antonio, que atendía en camiseta, llevaba una birome en la oreja y envolvía todo en papel de estraza o de diario, ya no me acuerdo.
Nostalgia del gusto irrepetible que tenía esa tortuga de jamón y queso que me compraba mi abuelo cuando me esperaba a la salida de la clase de natación, en la Asociación Cristiana de Jóvenes.
Nostalgia de Los Estómagos, de Graffitti, del Dorman caminando por Montevideo con un armatoste de tela cubriéndole la cabeza, de la loca de pelo rojo que recorría 18 de Julio pintada de todos colores, de la revista Punto y Aparte, del estadio Centenario sin las horribles banquetas de plástico que lo arruinaron para siempre.
Tengo nostalgia de ir a la tribuna Olímpica, sentarme en el cemento, recostar mi espalda en la fila de atrás y disfrutar de una tarde de sol en invierno sin que nadie a mi alrededor gritara puto, puta y chupapija durante los condenados 90 minutos. Nostalgia de los clásicos, cuando las hinchadas de Peñarol y Nacional nos repartíamos la Amsterdam mitad para cada una y nos dedicábamos cánticos como: "Mandarina, mandarina, mandarina, mandarina, hoy lo echan a Cubilla y los dirige Landriscina".
Tengo nostalgia de la época en la que estábamos todos juntos contra la dictadura, de los cinco minutos en que pareció que podríamos ponernos de acuerdo al menos en lo básico y hacer algo mejor todos juntos.
Tengo nostalgia del Pampa recitando y Cacho haciendo morisquetas detrás. Nostalgia de Olmedo, de Luca y de Renato Russo.
Tengo nostalgia de cuando daba clases y podía alentar la razonable esperanza de que tres o cuatro estudiantes por grupo terminaran escribiendo con garra, ritmo, corazón y respetando las reglas de la gramática y la ortografía.
Nostalgia de cuando podías hablar de lo que fuera con cualquier mozo o taxista de Montevideo. 
Tengo nostalgia de cuando en las redacciones de prensa se hablaba de política y de fútbol y no de tecnología y realities.
Tengo muchas nostalgias pero cero ganas de festejarla. Cuando me asalta y necesito darle un gusto, voy y compro pizza en El Submarino Peral.
Lo mejor, siempre, es tratar de hacer algo nuevo. Algo que valga la pena.
No importa que estemos rodeados. No importan las invasiones bárbaras. Si vas perdiendo diez a cero, hay que pelear por hacer el gol de la honra. Si lo hacés va a valer mucho más que poner me gusta en la página de Facebook de los que quieren reunirse para gritar el gol de Ghiggia.

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5.8.13

Montevideo al rojo vivo o al verde perejil

Un niño de 11 años asesina a sangre fría a un repartidor de garrafas de gas de apenas 22 porque no quiere entregarle el dinero. Otro niño de 13 años es su cómplice. Un tiroteo a plena luz del día, en una zona de Pocitos llena de transeúntes, estudiantes y trabajadores: un policía muere, otro más. También uno de los ladrones.
En el noticiero escucho que repiten una estadística divulgada por el Ministerio del Interior: hay más rapiñas porque los ladrones están recaudando menos y entonces se ven obligados a asaltar más. Hace mucho frío para que sea 28 de diciembre.
Lo peor es que ya aterrizará, hoy o mañana, un nuevo enviado de la prensa internacional, pasará cinco o seis horas entre nosotros y luego nos explicará desde alguna tribuna famosa: Montevideo, Uruguay, el paraíso, "la vida depara aquí pocos sobresaltos".
Menos mal.

La vida depara pocos sobresaltos



21.7.13

Carta abierta a Víctor Hugo Morales

Víctor Hugo Morales:

Sé que a usted no le importa, pero acabo de publicar una historia de Peñarol para niños. Recién volví de tres días de trabajo en Buenos Aires, donde pasé encerrado en una biblioteca, revisando papeles viejos para otro libro (para adultos) que estoy escribiendo. (Quédese tranquilo: no tiene nada que ver con usted, ni con ningún tema que se le relacione, como el fútbol, la ópera, Roland Garros o los presidentes que agitan banderas de izquierda mientras ellos y sus amigos se hacen millonarios en el ejercicio del poder).
Le cuento esto para que entienda que usted ya es parte de mi pasado. O al menos debería serlo. Créame que así lo deseo de corazón.
Pero llego a Montevideo y tengo decenas de mensajes en las redes sociales comentando las cosas que usted dijo en una entrevista en la radio Océano, en la que se molestó cuando hablaron de Relato Oculto y se puso a darle lecciones de periodismo a Mariano López, uno de los colegas que lo estaba entrevistando. Una periodista amiga me cuenta que usted dijo que Relato Oculto vendió solo 80 ejemplares. Un amigo me dice que usted dijo que soy de derecha, y que debo responderle porque habrá gente que le creerá. Otro me dice que lo escuche, que me divertiré mucho.
Entonces -muy a mi pesar- tuve que escuchar toda esa entrevista larguísima, en la que usted habló sin parar durante horas. Mi amigo, el que dijo que me iba a divertir, se equivocó. No me divirtió nada. Tampoco me sorprendió. No me sorprendió su verborragia (la de siempre,  lo felicito). Ni que intentara descalificar al único periodista del grupo que se atrevió a interrogarlo en serio (siempre hace lo mismo). Tampoco me sorprendió que se pusiera sucesivamente en los roles de profesor (que no es), de víctima inocente (¡qué injusta que es la vida con usted!) y de inmaculado izquierdista (caviar, le faltó agregar).
Usted ya me aburrió. Cuando tenía 12 años me dormía con la radio pegada a la oreja escuchándolo en Hora 25. Hoy no podría. En aquel entonces usted blandía su espada sagrada contra los corruptos del fútbol uruguayo. Hoy blande una espadita de plástico fluo en defensa de su Sacrosanta Imagen. Me da un poco de pena y de vergüenza ajena.
El lío comenzó cuando le preguntaron por qué no vino al juicio penal que usted nos entabló a Luciano Álvarez y a mí por el contenido de Relato Oculto. (Le regalo una copia de la foto. Verá que estamos todos, menos usted. Mire a la derecha, el rostro de su abogado).

Víctor Hugo Morales, Relato Oculto
Walkover. Foto de Nicolás Garrido










Usted dijo que hubo varias razones para su ausencia en el juicio. Que sus amigos de la cadena de librerías Cúspide le aconsejaron no presentarse: "Me decían: cualquier cosa que hagas servirá para que vendan algún libro, vendieron (solo) 88 libros en tres meses en diez librerías del grupo". Agregó que "muchísimos colegas me decían: 'no hagas vos un juicio'" porque sino usted aparecería como queriendo limitar la libertad de expresión. Habló de la mala fe de sus propios abogados (si no entendí mal). Y por último agregó:
"Y además extraordinariamente me enfermé, porque yo pensaba ir, estaba en un mar de dudas toda esa semana, y decidió la salud que... quizás no hubiera ido lo mismo, porque estaba muy deseoso... muy arrepentido del paso que iba a dar".
Es muy linda esta oración, que está grabada y cualquiera puede escuchar. Porque es imposible pensar venir y al mismo tiempo estar en un mar de dudas. Y, sobre todo, es imposible estar deseoso de venir y arrepentido al mismo tiempo. De verdad, Víctor Hugo: eso no es posible, incluso para alguien tan Importante, Inmaculado, Honesto y Ético como usted. Es imposible. No se puede. Son cosas contradictorias, no pueden ocurrir al mismo tiempo, ni siquiera para Víctor Hugo Morales.
No sé si usted recuerda un sketch del Negro Olmedo en el cual hacía de un operario cordobés que acompañaba a su patrón (interpretado por Eddie Pequenino) a realizar trabajos de reparación a domicilio. Pequenino hablaba en italiano y daba unas explicaciones larguísimas e incomprensibles al dueño de casa respecto al desperfecto del aparato a arreglar. Olmedo gesticulaba y luego resumía todo en una frase de apenas tres o cuatro palabras, con acento cordobés: "Dice que estáá roooto". Usted habla tanto como Eddie Pequenino en aquel sketch y yo le voy a hacer de operario cordobés. ¿Sabe por qué no vino al juicio?
-Porque saaabía que iba a peeerder.
Por eso. Porque usted sabe que todo lo que dice el libro es cierto.
Pero déjeme decirle algo más respecto a los otros motivos que usted invoca ahora para no venir al juicio. Dice que algunos de sus amigos le aconsejaron no presentar una demanda porque quedaría como un enemigo de la libertad de expresión. Esos amigos son gente sabia. Escúchelos más a menudo. Porque, más allá de todo su palabrerío, la verdad es que usted NO les hizo caso. Usted hizo el juicio, un juicio penal, y en efecto, quedó como un enemigo de la libertad de expresión. Que no se presentara a la audiencia no borra la demanda presentada. Pregúntele a sus amigos de verdad. No a los alcahuetes que, por conveniencia política o comercial, salieron a descalificar el libro y luego confesaron no haberlo leído.
En cuanto a las ventas de Relato Oculto, sus cifras son falsas. Porque si bien el libro no ha sido, hasta ahora, un best seller, tampoco es cierto que haya vendido 88 ejemplares en toda una de las mayores cadenas de librerías de la Argentina.
El libro se publicó en agosto. Hasta diciembre se habían vendido en Argentina 1.079 libros y en Uruguay 1.731. Esas son las ventas en papel, sin contar los libros digitales. En estos días se nos pagará la liquidación de lo vendido entre enero y junio de 2013 y podré pasarle nuevas cifras.

derechos de autor
Liquidación hasta diciembre 2012 de Relato Oculto: Argentina y Uruguay















Puede preguntarme cuando quiera. Pero por favor: no lance públicamente más cifras falsas, porque eso es mentir. Aunque, claro, eso es lo que ha hecho desde que salió el libro y tampoco me sorprende. (¿Ya no dice más que Clarín  nos pagó?)
En la entrevista, usted se molestó con el periodista Mariano López porque le dijo que no había leído todo su folleto Uruleaks y, en cambio, había leído un resumen. Pero en la entrevista, sobre Relato Oculto, usted mismo dijo: "Tengo entendido, porque yo no lo leí, que todo el libro está estructurado sobre lo que yo he contado de mi vida".
¡Ah, tololo! Los demás tienen que leer todo. Pero San Víctor Hugo Morales puede juzgar, condenar y arrojar a las llamas del fuego eterno a autores de libros que destruye y abomina sin siquiera haberlos leído.
Sin dudas estamos ante un ser muy especial.
¿Y por qué no lee el libro, Víctor Hugo? ¿A qué le teme? ¿A encontrarse con un retrato de sí mismo no tan perfecto como el dios que siente haber construido?
Respecto a su relación con los militares, a las razones por las cuales fue preso, a la prohibición de relatar que impuso la AUF, no repetiré acá todos los datos, documentos y testimonios que aparecen en Relato Oculto. Los que quieran saber más leerán el libro. Me limitaré a precisar un par de cosas, para que en la próxima entrevista usted pueda responder en forma más precisa.
Por ejemplo, le dijo a los muchachos de Océano que cuando usted iba al cuartel Florida "el batallón ya estaba abierto a la gente, ya tenía una función completamente distinta, cuando ya hacía dos o tres años que nada ocurría".
Claro, como no leyó el libro no sabe. Pero entre 1975 y 1977 cuando usted iba casi todos los fines de semana a divertirse al cuartel, allí había gente presa. En el libro (eso de hablar de lo que no se lee tiene sus bemoles) lo cuentan los militares y lo cuentan también los presos. Si no quiere leer, pregúntele a la hermana de su gran amigo, el senador Rafael Michelini. Ella era una de las detenidas.
Su gran reclamo es que todos lean Uruleaks. En eso coincido con usted cien por ciento. A todas las personas que veo, a todos los que me preguntan, en cada entrevista, yo les pido a todos, y lo hago ahora también en esta carta abierta: ¡por favor todos lean el folleto Uruleaks!
Porque del prontuario que los servicios de inteligencia hicieron de usted no se desprende que usted haya sido el perseguido político que dice haber sido.
El suyo, Víctor Hugo, es un caso excepcional. Fue perseguido por una dictadura cuya plana mayor se reunió para dictar un decreto en su defensa y rehabilitarlo como relator cuando la AUF lo había prohibido. Fue un perseguido que hizo un libro (El Intruso) con frases de una alcahuetería asqueante al gobierno dictatorial. Fue un perseguido político que buscó refugio en la Argentina de Videla, a cuyo gobierno sangriento tanto había elogiado durante el Mundial '78.


¡Usted, Víctor Hugo, se sentía perseguido en el Uruguay y se refugio en la Argentina de Videla!
¡Qué grande lo suyo!
(Dicho sea de paso: ¿por qué no reimprime El Intruso? Seguro que se puede vender muy bien. Pregúntele a sus amigos de librerías Cúspide).
Sé que esta carta es larga, pero ya termino. Es curioso que diga que no leyó el libro pero tenga convicciones muy firmes respecto a su contenido. Dijo, por ejemplo: "Yo creo que el libro fue preparado desde la Argentina" y para incidir en la política argentina.
El dios Víctor Hugo, el santo, el que lo sabe todo sin investigar nada, sin leer siquiera. Se equivoca, señor relator, barrilete cómico. Lo hicimos pensando en Uruguay, descartando cualquier referencia a la política argentina, solo por honor a la verdad, para poner las cosas en su justo lugar. Por asco a la falsedad. Por eso hicimos el libro.
Al fin de toda su cháchara, usted afirma que todo este episodio le vino bien (¿y entonces por qué se enoja tanto?) y que el libro hoy es apenas una "anécdota más del periodismo enfermo, del periodismo fascista, del periodismo que es capaz de cualquier cosa con tal de destruir a una persona porque en la vieja oposición de izquierda y derecha, la derecha siempre va a tener poco para decir".
Sabe, Morales: no me va a dar lecciones de periodismo. De usted, podría recibir solo clases de relato de fútbol, nada más. No le reconozco otros méritos que el saber contar como nadie el devenir de la pelota (en eso me saco el sombrero).
Usted no sabe lo que es buen periodismo y no sabe distinguirlo del malo. Para usted lo bueno es lo que lleva agua para su molino. Así es hoy, como ha sido siempre, en 1978 y en 2013. Relato Oculto permite entender esa clave y eso es lo que lo enfurece tanto. Teme al reflejo que emana de las propias páginas que usted escribió. No sé en qué sala VIP de qué aeropuerto de Europa consiguió su patente de Periodista Inmaculado y Referente de Izquierda. Para mí, cualquiera de las dos vale menos que una moneda falsa. ¡Qué tupé el suyo, darme lecciones de periodismo y pretender definirme políticamente! Cuando usted era el periodista más influyente del Uruguay, su gran aporte a sacarnos de la dictadura en el plebiscito de 1980 fue... ¡¡¡¡pasar un jingle durante el Mundialito que decía 'Uruguay te queremos ver campeón'!!!! Lo felicito, ¡qué coraje el suyo! Yo tenía 16 años y salía con mis amigos en bicicleta a pegar carteles por el No. El verdadero fascista, Morales, es el que miente. El que aplica, como Gooebels, la máxima de miente, miente, miente, que algo va a quedar.
Haga un favor, si puede: cállese un poco y mírese en el espejo.

Saludos,
Leonardo Haberkorn



12.7.13

Amodio Pérez: un hombre detenido en el tiempo

Lo primero que me viene a la mente tras leer la entrevista a Amodio Pérez es felicitar a Gabriel Pereyra por haber perseguido esta noticia y haber luchado hasta conseguir la entrevista. Empezó la carrera en último lugar y terminó primero. La mayoría de los colegas han guardado silencio al respecto. La envidia que reina en el pequeño mundo del periodismo uruguayo es bien conocida, y una vez más ha quedado en evidencia.
Lo segundo que me viene a la mente es felicitar a Ricardo Peirano por tener a Gabriel Pereyra al frente de la redacción de su diario, un periodista de raza y no un funcionario o un militante. Por eso les ganó a otros que trabajan con lógicas que no son la de la noticia ni la del interés público.
Respecto a la entrevista en sí, se ha hablado mucho de Amodio Pérez en estos años, casi siempre para señalar que su traición fue la razón principal de la derrota tupamara. Ese es uno de los mitos que rebato en mi libro Historias tupamaras.

Historias tupamarasEs mentira que la guerrilla fue derrotada por la traición de Amodio (o la de Píriz Budes o por cualquier otra causa ajena a sí misma, como sostiene su historia oficial). La realidad es que el MLN perdió porque todo su accionar se basó en premisas que resultaron ser equivocadas del modo más absoluto. Los líderes tupamaros creían y le hicieron crear a miles de muchachos (y lo dejaron por escrito), que la acción armada haría que el pueblo se levantara en armas. Error. Sostenían que el Ejército se dividiría. Error. Que la gente del campo se sumaría a la lucha. Error. Nada de lo que aseguraban que iba a ocurrir, ocurrió. Error, error, error. Por eso perdieron.
Hoy resulta increíble que gente que cometió equivocaciones políticas tan gruesas –que costaron tantas vidas y tanto sufrimiento- siga dando cátedra.
Todos los líderes tupamaros son responsables de haber montado una guerrilla basada en elucubraciones delirantes carentes del menor fundamento. Paradoja: Amodio Pérez también.
Leí toda la entrevista. Lo que veo en ella es a un hombre detenido en el tiempo, que no ha hecho un análisis profundo de lo ocurrido, mucho menos una autocrítica. Amodio Pérez sigue repitiendo la misma letanía tupamara. La democracia no servía. Como si la guerrilla hubiera nacido en 1972 y no en 1963. Justifica la pena de muerte que él y los otros líderes tupamaros, junto con los fascistas del escuadrón de la muerte, reinstauraron en un país que la había abolido con orgullo en 1907.
En mis libros -Historias tupamaras y Milicos y tupas, entrevisté a protagonistas del pasado reciente capaces de salirse de los clichés y las historias oficiales. Amodio Pérez, por lo que leo, no es uno de ellos. El único objetivo que parece tener su reaparición es lavar su imagen, tratar de convencernos de que él no fue un traidor ni se quedó con las libras de Mailhos, como sospecha Luis Nieto en Historias tupamaras.
Pero en ninguno de estos dos puntos logra ser mínimamente convincente.
Su historia respecto a cómo se perdieron las libras de oro robadas por los tupamaros es inverosímil, casi pueril.
Pero menos creíble todavía son sus intentos de explicar cómo y por qué los militares lo enviaron a Europa sin estar más que unos días detenido.
En este punto, Amodio no logra ser convincente ante Gabriel Pereyra. En el mejor momento de la entrevista, Amodio Pérez ensaya una y otra vez una explicación, pero el periodista insiste y repregunta: ¿cómo es posible que los militares le dieran un privilegio que solo a él le dieron, el de partir a Europa y comenzar una nueva vida? ¿Qué dio a cambio?
Sus respuestas en ese punto no son verosímiles.
Y si miente en esto, ¿dirá la verdad en el resto?

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5.7.13

Ya están (luciéndose) en las librerías

Ya llegaron a las librerías los dos nuevos libros que había anunciado: Carbonero querido, una historia de Peñarol para niños, y la reedición después de diez años de agotado de Pablo Bengoechea, la clase del Profesor. Es difícil decir cuál quedó más lindo.
El genial diseño de tapa de esta edición de bolsillo de la biografía de Bengoechea es mérito de Anabella Corsi: una maravilla inspirada en la fotografía clásica del Profesor festejando el Quinquenio. Noten, en la parte superior, el código de barras con los colores de las camisetas defendidas por Bengoechea: Wanderers, Peñarol, la selección y Sevilla (también defendió unos meses a Gimnasia y Esgrima).

La biografía de Pablo Bengoechea

Carbonero querido es una pequeña obra de arte en la que se destacan la portada y las 15 láminas interiores realizadas por el ilustrador Federico Murro. Dejo aquí algunos ejemplos:

Una historia de Peñarol para niños

Piendibene

Hohberg, Miguez, Vidal, Ghiggia, Schiaffino
La delantera de la Máquina del 49:
Hohberg, Vidal, Míguez, Ghiggia y Schiaffino.

Goleador histórico Spencer
Alberto Spencer

El máximo goleador aurinegro, Fernando Morena
Fernando Morena

Aguirre y su gol en el último segundo
Diego Aguirre


Otras láminas retratan a Juan Delgado, Isabelino Gradín, Gideon Silva, Lorenzo Fernández, Álvaro Gestido, Obdulio Varela, Pedro Virgilio Rocha, Ladislao Mazurkiewicz, Pepe Sasía, Roberto Matosas, Pocho Cortés, Luis Cubilla, el Pardo Abbadie, Tito Goncalvez, Pablo Bengoechea y Antonio Pacheco. El diseño de interiores es de Ana Botella. Aquí pueden leer un adelanto. También pueden visitar la página en Facebook.
Ojalá les guste.


@leohaberkorn
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30.6.13

Dos de fútbol y uno que no

Hace un año y medio, quizás cerca de dos, el director de la editorial Fin de Siglo me propuso escribir una historia de Peñarol para niños. El libro debía salir más o menos en simultáneo con otro volumen infantil que contaría la historia de Nacional, pero yo me demoré un poco más en terminarlo.
El resultado llegará este miércoles 3 a las librerías con el título de Carbonero querido y con ilustraciones de Federico Murro. En la página web de la editorial puede leerse un adelanto.

Carbonero Querido, la historia de Peñarol para niños
Tapa de Carbonero querido
Delantera del 49 en Carbonero Querido, historia de Peñarol para niños
La Máquina del 49

Quiso la casualidad que el lanzamiento de este libro infantil coincidiera con una nueva reedición, después de diez años de estar agotado, del libro Pablo Bengoechea, la clase del Profesor, que también llegará a las librerías esta semana.

Biografía de Pablo Bengoechea, sus años en Wanderers, Peñarol y la selección
Tapa y contratapa de La clase del Profesor


















Pero no me estoy dedicando solo al fútbol. Mientras tanto, y con la alegría que me dan estas nuevas publicaciones, estoy escribiendo un libro para adultos cuya temática nada tiene que ver con el deporte. El trabajo ya está muy avanzado. Lo que puedo adelantar por ahora es que será otro libro de no-ficción, sobre hechos reales, aunque en este caso no vinculados a la historia política reciente del Uruguay (como Historias tupamaras o Milicos y tupas), sino a un caso policial. Algo en la línea de Crónicas de sangre, sudor y lágrimasperiodismo narrativo y de investigación, pero esta vez será una sola historia en lugar de varias. Si todo sale bien, el libro estará pronto para fin de año.

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14.6.13

Hablando de animales

Carreras de gatos en Uruguay. Las descubrí en el Facebook de un amigo, Gerardo Ruiz. Los videos son del Festival del Alambrador, en Minas, y muestran como los pobres animales son aporreados para que corran, atados con un alambre.
Pero, según parece, este "divertimento" también es habitual en otros lugares del país, y Ruiz asegura que hasta forman parte de festivales escolares benéficos en Treinta y Tres.
En este folleto del Ministerio de Educación y Cultura se dice que las carreras de gatos eran corrientes en las pulperías del norte del país luego de la Guerra Grande (1839-1851). Hemos avanzado poco.
Los videos muestran una aclara violación de la ley 18.471 de protección animal, ratificando lo que ya parece ser norma: en el Uruguay se sancionan leyes que uno las cumple si quiere, y si no quiere no, total nadie controla.




















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7.6.13

Soros y la ley de la marihuana

Había leído en internet un par de artículos que sostienen que detrás de la campaña mundial en favor de la despenalización del consumo de marihuana se halla el interés de la poderosa multinacional Monsanto. Según esos informes, esta empresa multinacional, productora de la semilla de soja transgénica que ha modificado la economía, el paisaje y la ecología de todo el Río de la Plata con efectos ambientales muy polémicos, estaría ahora interesada en patentar una marihuana transgénica, solo cultivable a través de su semilla, y quedarse así con otro millonario negocio, lo mismo que la soja.
Pensé que se trataba de otra teoría conspirativa de las que abundan en internet, hasta que noté la siguiente cadena de sucesos.
Comenzó a emitirse en la televisión uruguaya una costosa campaña en favor de la legalización del cultivo de la marihuana. Cada aviso lleva la firma de la ONG "Regulación Responsable". Este es uno, pero hay otros:

  

La magnitud de la campaña llevó a que muchos se preguntaran quién la financia. El periodista Daniel Castro se lo consultó al abogado Leonardo Costa, exprosecretario de la Presidencia durante el gobierno de Jorge Batlle y expresidente de la Junta Nacional de Drogas, uno de los adherentes a Regulación Responsable. Costa respondió apenas que los avisos se solventaban con ciertos dineros provenientes del Uruguay y otros del extranjero (es la última pregunta de la entrevista).



Sin embargo, en el programa Entrelíneas del canal 20 del cable TCC, el periodista Daniel Rodríguez, citando fuentes de Regulación Responsable, fue mucho más concreto y señaló que la publicidad televisiva, cuyo costo estimó en 100.000 dólares, se solventa con fondos de fundaciones del exterior "que están interesadas en el tema regulacion" y ellas son, dijo, la Drug Policy Alliance y la Open Society Fundation (vean a partir del minuto 4:35).




El video del programa fue luego subido a la página de Facebook de Regulación Responsable, sin enmiendas,  apoyando en forma tácita los datos difundidos por el periodista. Fuentes de la ONG han señalado, tal como dio a entender Leonardo Costa, que la campaña tiene también otras fuentes de financiamiento, pero confirman la participación de Open Society y la DPA..
Tal como consta en página web de la Open Society Foundation, su fundador y jefe es el multimillonario George Soros. También hay múltiples referencias del apoyo de Soros a la Drug Policy Alliance.
Hasta allí nada demasiado raro. Pero todo comienza a complicar cuando uno repara en que Soros también es accionista de Monsanto, la multinacional de la soja transgénica, el glifosato y que, algunos dicen, está desesperada por patentar la marihuana transgénica.
A su vez, hay que considerar el proceso que hizo la ley de la marihuana. Se comenzó discutiendo una ley de "autocultivo" o, mejor dicho, cultivo personal. Diputados oficialistas y opositores trabajaron duro para acordar como zanjar la actual contradicción legal: fumar marihuana no es delito, pero cultivarla y comprarla sí. ¿Y entonces cómo puede uno consumirla?
Luego se pasó a una idea más radical: el cultivo personal cayó a un segundo plano, porque el Estado, anunció el presidente Mujica, produciría marihuana en forma masiva.
Pero la ley que ahora se apresta a ser aprobada cambia otra vez las cosas: aunque la opción del cultivo personal se mantiene, el grueso de la producción lo realizarán empresas privadas.
En resumen: en un país cuya principal exportación hoy es la soja transgénica de Monsanto y donde este cultivo se ha expandido pasando por arriba muchas normas ambientales (protección del agua, del monte indígena, de la población vecina a los cultivos, etc.), la televisión emite hoy una campaña financiada con dinero de una fundación que dirige uno de los dueños de Monsanto, para habilitar una ley que, entre otros efectos, hace que los privados se encarguen del nuevo negocio de la marihuana (que algunos paranoicos creen que puede llegar a ser muy parecido al de la soja de Monsanto).
Soros, además, es un personaje difícil de definir. Es sin duda un especulador financiero. En 1992 usó su fortuna para doblegar al mismísimo Banco de Inglaterra: entonces vendió de golpe 10.000 millones de libras lo que llevó a los ingleses a devaluar su moneda. Se dice que ese día muchos se empobrecieron y Soros ganó 1.000 millones de dólares. Es también conocido como filántropo y algunas de sus posiciones políticas están incluso más a la izquierda que las del "progresismo" actual: reclama más impuestos a los ricos, tasas elevadas a las ganancias de la minería, etc. Su fundación Open Society hace muchas cosas buenas en el mundo. Una fuente en la que confío y que viaja por todo el continente, me contó como el dinero de Open Society sirve para organizar a los campesinos de Guatemala para que puedan enfrentar los abusos históricos de los terratenientes. El curriculum de Monsanto, en cambio, es mucho más cuestionable. Basta recordar que antes del glifosato fabricó el tenebroso Agente Naranja usado por Estados Unidos en la guerra de Vietnam.
El problema es que hay dos Soros, el que dirige Open Society y el que invierte en Monsanto. Él mismo ha dicho: "Como actor del mercado, intento maximizar mis beneficios. Como ciudadano, me preocupan los valores sociales, la paz, la justicia, la libertad".
Ahora Soros, a través de Open Society, entró a la arena política uruguaya (si es que no había entrado antes). Hubiera sido mejor que no lo hiciera en secreto, con tanto misterio. Por lo menos ahora sabemos que está entre nosotros. El problema es determinar cuál Soros es. ¿El ciudadano o el actor de mercado?

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28.5.13

Zabalza se equivoca

El ex líder tupamaro Jorge Zabalza se refirió a mí y mi libro Milicos y tupas en un artículo que escribió en su blog respondiéndole a su ex compañero y colega Amodio Pérez (luego reproducido por El Observador).
Lo escrito por Zabalza me sorprendió, porque a pesar de no coincidir con alguna de sus definiciones políticas centrales (como insistir en que la violencia política sirvió y puede servir para algo), lo tenía por una persona honesta.
Dice en referencia a Milicos y tupas: "No se hace la historia de los 700 torturados que pasaron por Artillería No. 1, entre las cuales abundaron las actitudes heroicas,  sino que se escribe una novela sobre el coronel Agosto y los cinco compañeros que colaboraron con los milicos. Es la ideología del sistema que apunta la mira del que escribe, que no rescata el marco entero sino la parte más miserable de los hechos".
Por supuesto que todo el mundo tiene todo el derecho a criticar éste y cualquier otro libro. Lo que no hay derecho es a faltar a la verdad.
Zabalza sabe muy bien que el libro no es una novela. Tiene sí un tono narrativo, busqué que se leyera como una historia, pero todos los hechos son reales y mucho trabajo dio contrastar los testimonios de unos y otros para llegar a  la versión final.
Milicos y tupas, premio Bartolomé Hidalgo 2011. Respuesta a ZabalzaZabalza miente cuando dice que el libro no da cuenta de las torturas que padecieron los presos en el cuartel de La Paloma, en el período que relata el libro. El tema de la tortura ocupa muchas páginas. Yo personalmente confronté al coronel retirado Luis Agosto con los testimonios de detenidos que fueron torturados en el cuartel de Artillería 1. En el living de su hogar, en presencia de su esposa, le leí en voz alta la descripción que el escritor Carlos Liscano hace en su libro El furgón de los locos de las torturas que recibió en ese cuartel. Incluí ese fragmento del libro de Liscano en el mío. Relaté en Milicos y tupas las reacciones y respuestas de Agosto a las lecturas y a mis preguntas. Incluí muchas otras alusiones, testimonios y referencias a la tortura. Entonces, ¿por qué miente Zabalza?
Tampoco es cierto que en el libro no se cuentan actitudes valientes o generosas de los tupamaros presos. Sí que las hay contadas por otros tupamaros e incluso por el propio Agosto. Yo cuento todo, lo bueno y lo malo. No tengo pactos de silencio. No estoy obligado por ninguna leyenda negra ni por ninguna rosa, como la que marca el tono de los muchos libros que los tupamaros han escrito haciéndole creer a los jóvenes que la guerrilla fue la cosa más hermosa.
Sin nombrarme, Zabalza me dedica unas líneas:  "Es la ideología del sistema que apunta la mira del que escribe, que no rescata el marco entero sino la parte más miserable de los hechos".
Se equivoca. Como periodista e investigador nadie me apunta la mira (¿no se le ocurre a Zabalza alguna metáfora que no implique armas de fuego?). Yo investigo y cuento. No es cierto que solo busque lo sórdido. Por ejemplo, el periodista Salvador Neves, en la crítica que escribió en Brecha, dice de Milicos y tupas: "En el libro hay, sobre todo, muchos relatos de humanidad inesperada". Parece que hablamos de dos libros distintos.
Neves concluye su nota en Brecha aludiendo a dos citas de la obra: una del coronel Agosto y otra del ex líder y  referente tupamaro (hoy suegro de Zabalza), Henry Engler: "Él hombre no está hecho para la violencia", dice Engler. "Solamente a un sádico le puede gustar la guerra", asegura Agosto. Neves reflexiona a partir de allí: "De acuerdos como éste, seguramente tan o más relevantes que los sórdidos conciliábulos que tanto interés suscitan, trata este libro. Es un puñado de memorias entrelazadas. No es 'la' historia. Pero esas memorias faltaban para que el relato de nuestro pasado reciente vaya dejando de ser cantar de gesta y empiece a ser historia".
Quizás Zabalza quiera seguir en la etapa del cantar de gesta, y está en todo su derecho. Pero su condición de "guerrillero histórico" y de última "estaca" que marca el norte de la revolución no le da derecho a decir cualquier cosa.
Lo más cínico viene cuando escribe que Milicos y tupas cuenta la historia de Agosto y "cinco compañeros que colaboraron con los milicos".
Zabalza sabe muy bien que los tupamaros que trabajaron durante la tregua junto con los militares, que fueron mucho más que cinco, lo hicieron porque recibieron una orden expresa en ese sentido de la dirección tupamara.
El profesor Armando Miraldi lo cuenta con lujo de detalles y otros testimonios, recogidos por otros autores, coinciden. El enviado de la dirección tupamara al cuartel de La Paloma para dar la orden de trabajar con el Ejército, y quien dio los nombres de los que debían colaborar, fue David Cámpora. Y luego, más adelante, otro día, según relata Miraldi, Engler fue al cuartel, sin estar preso, para ver cómo seguía todo. Lo mismo pasaba en otros cuarteles. ¿No leyó Zabalza el libro que tanto critica? ¿No conoce los otros libros que hay sobre este episodio? ¿Cómo Zabalza tiene el tupé de no admitir que la orden vino de la dirección de su MLN? ¿Por qué busca enchastrar a compañeros suyos que hicieron lo que la dirección del MLN les ordenó?
Hasta ahora pensaba que Zabalza, en el acierto o en el error, era honesto en sus apreciaciones públicas. No sé si será la aparición del fantasma de Amodio Pérez o alguna otra razón que se me escapa, pero está perdiendo la línea.

Posdata: Con fecha 29 de mayo, he recibido el siguiente mensaje del ex líder tupamaro Henry Engler:

"Hola Leonardo.
Yo nunca estuve en un cuartel del ejercito sin haber estado preso.
Jamás di orden de que había que trabajar con ilícitos económicos. Nunca controlé nada de eso, ni me permitieron hablar con otros presos sobre esos trabajos.Nadie jamás me preguntó si yo estaba de acuerdo o no con eso.
No tengo idea como arrancó eso ni quién convenció a los militares de que había que trabajar en eso.
Un saludo".

el.informante.blog@gmail.com

22.5.13

Amodio en el cine Arizona

Finalmente El Observador ha dado por buena la identidad de quien ha estado dirigiendo cartas a los medios de comunicación afirmando ser Amodio Pérez.
Las fotos que el corresponsal ha enviado como prueba de su identidad, en efecto, se parecen mucho al  rostro conocido del ex líder tupamaro, cuando era joven. Algunos de sus ex compañeros más famosos o representativos, como Marenales y Zabalza, han señalado que no tienen dudas de su identidad.
Las fotos, sin embargo, no terminan por ser una prueba cien por ciento segura. Podría ser que el misterioso corresponsal tuviera fotos de Amodio Pérez, pudiera tratarse de alguien parecido o alguien que tuviera fotos de alguien parecido... se me ocurren muchas opciones, complicadas pero posibles.
Amodio Pérez, tupamaros, traición
Amodio en El Observador
De todos modos, la información exacta sobre el MLN manejada por el misterioso corresponsal, sumada a las fotos y a una conversación telefónica con el periodista Gabriel Pereyra, que le hizo preguntas precisas y complejas sobre la historia tupamara, han convencido al diario y a la mayor parte de los periodistas y actores de aquellos años que han opinado en público. Incluso El País, que se había negado a publicar las cartas de Amodio por dudar antes de su identidad, ha reproducido las respuestas ahora brindadas a El Observador.
Parece evidente que el objetivo de quien firma Amodio Pérez es lavar su imagen. Dice que nunca salió a la calle vestido de militar a capturar a otros integrantes del MLN. Y afirma que no hay testimonios concretos que lo acusen. "¿Por qué nunca se ha señalado a los que 'marqué'?", pregunta desde las respuestas que envió a El Observador.
Debe haber más testimonios que lo desmienten, pero yo por lo menos conozco uno.
En el libro La izquierda armada, de la historiadora y ex tupamara Clara Aldrighi, un testimonio anónimo cuenta que Amodio "llegó al punto de capturar en 1972 a uno de los integrantes de la fracción, Enrique Rodríguez Larreta, reconociéndolo cuando ingresaba a un cine y señalándoselo a los militares. Era un muchacho de menos de veinte años y Amodio había sido su responsable".
Rodríguez Larreta fue uno de los ex integrantes del MLN a los que entrevisté para realizar el libro Historias tupamaras y su testimonio me resultó valiente y valioso. Radicado en Rio de Janeiro donde hoy es académico universitario, lo entrevisté en sucesivos intercambios de mails.
En uno de ellos le pregunté si era cierto que había sido detenido por una patrulla militar de la que Amodio Pérez formaba parte. Me respondió:
-Lo de Amodio es verdad. Vestido de militar en una camioneta del Batallon Florida dirigida por el Teniente Grignoli. Me sacaron, a mí y a Raquel (su esposa) del cine Arizona. Estaban dando El Pequeño Gran Hombre con Dustin Hoffman. Se prendieron las luces y nos sacaron del cine. Aún recuerdo la música de entrada de la película. Nunca la vi completa...
Esta cita no entró en Historias tupamaras, porque fue imposible incluir todos los testimonios y datos obtenidos durante la investigación realizada para escribir el libro. La publico hoy por primera vez. Viene al caso para demostrar que quien responde las preguntas de El Observador falta a la verdad. Los testimonios existen. Traicionó incluso a un muchacho que había sido su subordinado. El sargento Sanders, pero al revés.
Cuando escribí Historias tupamaras busqué la palabra de tupamaros que, desde la izquierda o la derecha, fueran capaces de analizar crítica y autocríticamente lo realizado por la guerrilla y por ellos mismos. Rodríguez Larreta, Luis Nieto, Kimal Amir, Aníbal de Lucía, Fernando González Guyer, Juan José Cabezas, Luis Alemañy, Efraín Rodríguez Platero y George Whitelaw, todos ellos aportaron elementos removedores y de singular coraje, contrapuestos a la eterna autocomplacencia derramada en los libros que han edificado el relato oficial tupamaro, una historia rosa, un cuento de hadas. Lo mismo cabe decir para quienes contaron su historia en Milicos y tupas, el profesor Armando Miraldi y el contador Carlos Koncke (también la anónima "Mónica").
En Amodio Pérez, en cambio, no hay atisbo de autocrítica. Se reafirma en todos sus actos. En sus cartas y  respuestas a El Observador se aprecia la misma autocomplacencia de sus supuestos antagonistas. Se alzaron en armas, dice, porque la democracia era trucha. Reclama méritos militares que otros le niegan, ¡pero Zabalza reconoce! No hay menciones a lo que la violencia política le dejó al Uruguay, hasta hoy. Debería enterarse que en ello le caben las mismas responsabilidades que a sus amigos-enemigos. Y que tiene cuentas adicionales, moralmente graves: las que lo ayudaron a salir del país mientras sus compañeros padecían la tortura en los cuarteles.
Si uno se guía solo por los escritos enviados a la prensa por el señor Amodio, la noticia es que tenemos un prócer más. Otro tupa clase A, como le gusta a Marcelo Estefanell. Otro que lava sus culpas con mentiras y medias verdades. Otro guerrillero heroico. Linda película para verla en el cine Arizona sin que nadie venga a interrumpirte en la mitad de la función, con una patrulla de soldados, a prender las luces y llevarte preso.

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