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7.12.15

Algunas aclaraciones y respuestas

Las repercusiones de la entrada anterior de este blog han superado en mucho lo que yo esperaba.
He cancelado cinco entrevistas que ya tenía agendadas en radio y televisión, y rechazado otras tantas porque no quiero ganar popularidad con esto.
Sin embargo, siento que en el debate que se ha generado se está tergiversando lo que escribí.
Trataré entonces de aclarar algunos puntos y responder a algunas preguntas  interesantes que se me hacen.
Si alguno tiene alguna interrogante más, puede hacerla llegar y, en la medida de lo posible, trataré de responder.

-¿Qué grado de responsabilidad tiene usted en esto? ¿No debió haber una autocrítica en el artículo?
-Escribí: "Puede ser que sea yo, que me haya desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal". Creo que ambas frases son claras y siempre estuvieron allí, aunque algunos no quisieron ni quieren verlas. Por supuesto, asumo mi cuota parte de responsabilidad.
-¿No será que le faltan conocimientos pedagógicos?
-Seguramente, sí. Soy periodista, esa es mi profesión, mi oficio y mi principal medio de vida. Llegué a dar clases a través del periodismo, sin estudios docentes. Obviamente, no es el ideal. De todos modos, creo que los más indicados para calificarme como docente son los que han sido mis estudiantes.
-¿No podría sencillamente prohibir que usen las computadoras y los teléfonos?
-Las computadoras son imprescindibles en un curso de periodismo, porque se práctica escribiendo en clase, simulando los plazos y tiempos de una redacción, y se leen noticias. También las correcciones las hacemos en la pantalla, de modo que todos puedan aprender de los trabajos de todos. Entonces tenemos la computadora, le sacamos mucho jugo, pero al mismo tiempo está encendida y es una tentación muy grande usarla en otro sentido. Más de una vez pensé en dictar clase en un aula sin computadoras, pero siempre lo descarté por considerarlo un retroceso y un sinsentido.
-¿Y los celulares?
-Los teléfonos no tienen una aplicación concreta en el curso, salvo cuando hacemos ejercicios en la calle, cuando les pido que los usen para grabar y sacar fotos. La regla es que los teléfonos no pueden sonar en la clase, y eso se respeta. Pero, unos más desimuladamente que otros, comienzan a usarlos en el salón para chatear y responder mensajes. Y son un porcentaje alto. Podría echar a quien los usa en clase, es cierto. Pero me resisto a ser docente en esos términos.
-¿No se puede implementar que se los deje en una canasta al ingresar al aula y que los recogieran al salir?
-Sí, se podría. En algunos lugares se hace. A mí me parece una buena idea. Pero considero que no corresponde que la imponga un docente aislado, sino la institución, para todas las clases.
-¿Por qué estudiantes de periodismo están tan desinformados?
-Estos dos cursos eran del ciclo básico de la carrera, donde los estudiantes aun no optaron por la orientación que seguirán: periodismo, publicidad, audiovisual o comunicación corporativa. Es decir, no todos, ni siquiera la mayoría, quiere ser periodista. Eso podría justificar en algo el asunto de la desinformación. De todos modos, no creo que una sociedad democrática sea viable con ciudadanos tan desinformados, sean o no periodistas o futuros periodistas. Y el bache que los muchachos arrastran en este sentido es alarmante.
-¿No generaliza respecto a los estudiantes? ¿No hay algunos con deseos de aprender? ¿No hay algunos por los que vale la pena seguir esforzándose?
-Sí, siempre hay. Los grupos no son homogéneos. También en mis dos grupos de este semestre hubo jóvenes que demostraron mayor compromiso y curiosidad. Lo dramático es verlos tan en minoría.
-¿Es un problema de la ORT?
-Hace muchos años que no doy clase en otro lado. Pero soy periodista y hablo con la gente. Hay cientos de profesores en secundaria y en las universidades lidiando con situaciones similares. Ahora me he trasformado en una antena y tengo, literalmente, cientos de mensajes que me describen situaciones como las que yo relaté y mucho peores, en muchas otras instituciones educativas, fuera de Uruguay también. Querer centrar el problema en ORT es una visión ridícula que evidentemente responde a otros intereses.
-¿Las redes sociales tienen la culpa? ¿Acaso no tienen elementos positivos?
-Claro, son herramientas maravillosas. Yo las uso en mi vida personal y profesional, como periodista y también como docente en las clases. Desde hace muchos años siempre creo un grupo de Facebook del curso, donde compartimos materiales de interés y se cuelgan los trabajos, que luego todos pueden ver en la pantalla y corregir en conjunto. Pero, claro, tener el Facebook abierto refuerza la tentación de prestar atención a otras cosas.
-¿Usted culpa a las maestras?
-No. Es evidente que el problema está en muchos lados al mismo tiempo y eso es lo que lo hace difícil de solucionar. Solo aludí a aquellas maestras que no corrigen las faltas de ortografía, por nombrar a uno de los muchos eslabones de la cadena que no están funcionando. Pero hay maestras que corrigen las faltas y otras que no. Las que yo más conozco, porque han sido las de mi hija, siempre las corrigieron. Y cuando en algún momento tuve dudas, inmediatamente fui a hablar a la escuela. Pero hay otras que no lo hacen: cuando dirigía el suplemento Qué Pasa hicimos un informe sobre este tema, con datos alarmantes. Sobre todo porque hay una corriente intelectual que defiende este tipo de posturas, con la justificación de no estigmatizar a los niños.

Ver también: Qué lo parió, Mendieta.

3.12.15

Con mi música y la Fallaci a otra parte

Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez.
No dictaré clases allí el semestre que viene y no sé si volveré algún día a dictar clases en una licenciatura en comunicación.
Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla.
Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies.
Claro, es cierto, no todos son así.
Pero cada vez son más.
Hasta hace tres o cuatro años la exhortación a dejar el teléfono de lado durante 90 minutos -aunque más no fuera para no ser maleducados- todavía tenía algún efecto. Ya no. Puede ser que sea yo, que me haya desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal. Pero hay algo cierto: muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo ofensivo e hiriente que es lo que hacen.
Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado.
Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Solo una estudiante en 20 pudo decir lo básico del conflicto. Lo muy básico. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les pregunté si conocían quién es Almagro. Silencio. A las cansadas, desde el fondo del salón, una única chica balbuceó: ¿no era el canciller?
Así con todo.
¿Qué es lo que pasa en Siria? Silencio.
¿De qué partido tradicionalmente es aliado el PIT-CNT? Silencio.
¿Qué partido es más liberal, o está más a la "izquierda" en Estados Unidos, los demócratas o los republicanos? Silencio.
¿Saben quién es Vargas Llosa? ¡Sí!
¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno.
Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales.
En un ejercicio en el que debían salir a buscar una noticia a la calle, una estudiante regresó con esta noticia: todavía existen kioscos que venden diarios y revistas.
En la Naranja Mecánica, al protagonista le mantenían los ojos abiertos con unas pinzas, para que viera una sucesión interminable de imágenes, veloces, rápidas, violentas.
Con la nueva generación no se necesitan las pinzas.
Selfies Facebook Naranja MecánicaUna sucesión interminable de imágenes de amigos sonrientes les bombardea el cerebro. El tiempo se les va en eso. Una clase se dispersaba por un video que uno le iba mostrando a otro. Pregunté de qué se trataba, con la esperanza de que sirviera como aporte o disparador de algo. Era un video en Facebook de un cachorrito de león que jugaba.
El resultado de producir así, al menos en los trabajos que yo recibo, es muy pobre. La atención tiene que estar muy dispersa para que escriban mal hasta su propio nombre, como pasa.
Llega un momento en que ser periodista te juega en contra. Porque uno está entrenado en ponerse en los zapatos del otro, cultiva la empatía como herramienta básica de trabajo. Y entonces ve que a estos muchachos -que siguen teniendo la inteligencia, la simpatía y la calidez de siempre- los estafaron, que la culpa no es solo de ellos. Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo.
Entonces, cuando uno comprende que ellos también son víctimas, casi sin darse cuenta va bajando la guardia.
Y lo malo termina siendo aprobado como mediocre; lo mediocre pasa por bueno; y lo bueno, las pocas veces que llega, se celebra como si fuera brillante.
No quiero ser parte de ese círculo perverso.
Nunca fui así y no lo seré.
Lo que hago, siempre me gustó hacerlo bien. Lo mejor posible.
Justamente, porque creo en la excelencia, todos los años llevo a clase grandes ejemplos del periodismo, esos que le encienden el alma incluso a un témpano. Este año, proyectando la película El Informante, sobre dos héroes del periodismo y de la vida, vi a gente dormirse en el salón y a otros chateando en WhatsApp o Facebook.
¡Yo la vi más de 200 veces y todavía hay escenas donde tengo que aguantarme las lágrimas!
También les llevé la entrevista de Oriana Fallaci a Galtieri. Toda la vida resultó. Ahora se te va una clase entera en preparar el ambiente: primero tenés que contarles quién era Galtieri, qué fue la guerra de las Malvinas, en qué momento histórico la corajuda periodista italiana se sentó frente al dictador.
Les expliqué todo. Les pasé el video de la Plaza de Mayo repleta de una multitud enloquecida vivando a Galtieri, cuando dijo: "¡Si quieren venir, que vengan! ¡Les presentaremos batalla!".
Normalmente, a esta altura, todos los años ya había conseguido que la mayor parte de la clase siguiera el asunto con fascinación.
Este año no. Caras absortas. Desinterés. Un pibe despatarrado mirando su Facebook. Todo el año estuvo igual.
Llegamos a la entrevista. Leímos los fragmentos más duros e inolvidables.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Ellos querían que terminara la clase.
Yo también.

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Ver también: algunas aclaraciones y respuestas.
Ver también: Qué lo parió, Mendieta.
Ver también: La enfermedad del peridismo

14.6.13

Hablando de animales

Carreras de gatos en Uruguay. Las descubrí en el Facebook de un amigo, Gerardo Ruiz. Los videos son del Festival del Alambrador, en Minas, y muestran como los pobres animales son aporreados para que corran, atados con un alambre.
Pero, según parece, este "divertimento" también es habitual en otros lugares del país, y Ruiz asegura que hasta forman parte de festivales escolares benéficos en Treinta y Tres.
En este folleto del Ministerio de Educación y Cultura se dice que las carreras de gatos eran corrientes en las pulperías del norte del país luego de la Guerra Grande (1839-1851). Hemos avanzado poco.
Los videos muestran una aclara violación de la ley 18.471 de protección animal, ratificando lo que ya parece ser norma: en el Uruguay se sancionan leyes que uno las cumple si quiere, y si no quiere no, total nadie controla.




















el.informante.blog@gmail.com

15.12.12

Canciones cada día más parecidas

La música moderna cada vez se parece más a sí misma. Las canciones de hoy son cada vez más repetitivas. Lo demostró un reciente estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España que publicó en primera instancia la revista Scientific Reports y luego se difundió por numerosos medios de prensa. Los científicos estudiaron 464.111 canciones editadas entre 1955 y 2010 y concluyeron que, cuánto más modernas son, más tienden a parecerse entre ellas.
Recordé esta noticia cuando en el Facebook del colega César Bianchi vi esta comparación: por un lado, esta canción del Cuarteto de Nos llamada Algo mejor que hacer, del multipremiado disco Porfiado (2012)


Por otro, esta otra llamada Mr. Understanding, que data de 2008 y es el mayor éxito de un grupo inglés llamado Pete and The Pirates.  



Las canciones indudablemente se parecen, pero mis precarios conocimientos musicales me impiden calificar la similitud más allá de esa palabra. En la música popular, los límites entre inspiración, tributo, casualidad, copia y plagio pueden ser difusos y casi siempre son controvertidos. Los que saben de música son quienes pueden definir cada caso con el término exacto.
Le pregunté a Santiago Tavella, integrante del Cuarteto de Nos, sobre la semejanza entre ambas canciones. Dijo que escuchó decir algo sobre el asunto, pero que Algo mejor que hacer la compuso su compañero Roberto Musso y que él todavía no escuchó la canción de los ingleses.
"Lo que sí es cierto -agregó- es que hoy en el mundo de la música todo viene en un formato muy parecido, y que hay una cuestión medio industrial según la cual los sellos reciben con muy buena onda todas las cosas que se parecen entre sí". Pero dijo que el Cuarteto va contra esa corriente.
A Musso ya le preguntaron por Mr. Understanding los periodistas Ignacio Álvarez y Martín Fablet en el programa "Las cosas en su sitio", en radio Sarandí. Musso admitió conocer la canción de los ingleses, pero sostuvo que no compuso Algo mejor que hacer pensando en ella. Si llegara a existir un parecido -dijo-, es fruto de la casualidad. Y explicó que hay elementos musicales que muchas veces quedan alojados en el inconsciente de los músicos.
Esa fue una de las explicaciones que encontró Rod Stewart para uno de los casos más célebres y polémicos de canciones parecidas. Ocurrió con su súper exitosa Da ya think I´m sexy.




El carismático Rod fue acusado de plagio y llevado a los tribunales por el brasileño Jorge Ben Jor, quien sostenía que el mega hit del escocés plagiaba su canción Taj Mahal.



Ben Jor ganó la demanda, pero nunca vio un peso extra: un abogado de Rod Stewart tuvo una idea genial: aconsejó a su cliente que donara a Unicef todas las regalías producidas por Da ya think I´m sexy, cosa que el rockero hizo, transformando así algo que sonaba muy mal en un acto de caridad.
Tal como recordó Tavella, cuando Rod Stewart visitó Montevideo para brindar un memorable show en el estadio Centenario, reconoció que poco antes de escribir Da ya think... él había estado en Brasil y quizás había escuchado la canción de Ben Jor y quizás, en forma inconsciente, sus notas habían quedado grabadas en algún rincón de su cerebro.
"Estas cosas casi siempre son involuntarias", dijo Tavella.
Atento al fenómeno de las canciones que se parecen, el argentino Capusotto se tomó a la risa la increíble  y muy notoria coincidencia entre un tema de Larbanois-Carrero (llamado Ocho letras) y otro de la banda de heavy metal Iron Maiden (Hallowed by the name).


Ese y muchos otros casos son analizados en una interesante entrada del blog de Martín Fernández Yurcho. (Sentí alivio al saber que alguien más notaba el parecido entre Why don´t you get a job de The Offspring y  Obladi oblada de los Beatles).
También vale la pena un artículo sobre este tema escrito en la web de Pablo Gindel a propósito de la similitud entre el famoso jingle futbolístico Uruguay te queremos ver campeón (cuyos autores, a su vez, aseguran haber sido plagiados) y la obra barroca llamada Canon y Giga en Re mayor para tres violines y bajo continuo de Johann Christoph Pachelbel, un compositor alemán del siglo XVIII. Según el artículo, decenas de canciones modernas, desde Greenday a Silvio Rodriguez, reproducen el Canon de Pachelbel. Gindel presenta a un humorista estadounidense llamado Rob Paravonian que se toma a la risa tal "coincidencia":



A las canciones que se parecen demasiado a otras, el músico uruguayo Ruben Olivera dedicó dos emisiones de su programa radial Sonidos y silencios, en Emisora del Sur, del Sodre. Allí recordó, entre otros casos, cuando el indudablemente talentoso George Harrison debió pagar 500.000 dólares por "plagio inconsciente" en su canción My sweet Lord, repasó los evidentes parecidos entre La Bamba y Twist and shout de los Beatles, y reconstruyó con las grabaciones originales el increíble caso del plagio de la Lambada. 
Aquí se reproduce parte del muy ilustrativo programa de Olivera:







30.8.12

Dos sicarios y los Salieris de Víctor Hugo

Vamos a suponer que todos estos ataques, insultos e infamias son ciertos. Supongamos que Luciano Álvarez y yo no tenemos una trayectoria detrás. Que no nos conoce nadie. Supongamos que nos alquiló Clarín, como dijo Víctor Hugo. Que, como dijo Hebe de Bonafini, somos "pseudoperiodistas" y "periodistas del amarillismo".  Que somos "legionarios talibanes" como dijo Susana Rinaldi.
Supongamos que Uruguay es un país muy pero muy grande. Inmenso. Que nadie conoce nuestra forma de vida, ni el modo en que nos ganamos el pan desde hace décadas. Supongamos que somos malos tipos, arribistas, oportunistas. Supongamos que, como escribió la decana de la facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, Álvarez y yo somos dos sujetos que pretendemos imponer nuestra "visión del mundo" mientras "abiertamente" renegamos "de los cambios culturales por los cuales el país viene luchando en los últimos años". Supongamos que es cierto, que somos Pinky y Cerebro.
Supongamos que como dijeron Estela de Carlotto y Jaime Roos el libro que nosotros escribimos y ellos no leyeron, Relato Oculto, es parte de una "operación mediática". Supongamos que tiene razón Beto Casella y es posible admitir que uno no leyó un libro y al mismo tiempo calificarlo de "libro miserable". Supongamos que Luis Bruschtein tuvo el mínimo rigor de leer el libro antes de escribir en Página 12 que todo es un "pequeño chisme" carente de interés periodístico. Supongamos que es legítimo hacer lo que hace Rodolfo Braceli: plantear todo el asunto como una pelea entre Víctor Hugo y Lanata, ignorando por completo el libro.
Supongamos que toda esta buena gente opina con conocimiento de causa, que conocen de la historia reciente uruguaya, que se informaron, que leyeron a quienes intentan destruir. Supongamos que ninguno de ellos tiene lazos de amistad o intereses comerciales o artísticos o políticos que los condicionan en sus opiniones. Supongamos que todos ellos son gente seria y que todos sus falsos enunciados anteriores son verdaderos.
Supongamos que sí. Que somos lo peor. Sicarios. Malos, feos y sucios.
Pero, ¿lo que cuenta Relato Oculto es verdadero o falso? Esa debería ser la cuestión a discutir. ¿No? ¿O será que se discute todo lo anterior para evitar discutir el contenido del libro?
¿Los artículos que reproducimos en forma textual en los cuales Víctor Hugo Morales adula, agradece y elogia a la dictadura uruguaya, al dictador Aparicio Méndez y a otros de sus personeros, son verdaderos o falsos? ¿Los inventamos? ¿Los transcribimos erróneamente? ¿O son verdad?
¿Los artículos en los cuales Víctor Hugo Morales elogia una y otra vez a la Junta Militar que encabezaba Videla... ¿son fruto de nuestra pérfida imaginación? ¿Son acaso una calumnia? ¿O son ciertos?
¿Es verdad que Víctor Hugo escribió que los jugadores argentinos campeones del 78 eran como soldados porque habían traído "la paz y la esperanza"? ¿Es exactamente así o lo inventamos nosotros?
¿Miente Manuel Martínez Carril, alma mater de la Cinemateca Uruguaya (¿a ese tampoco lo conocen? ¿El también es de derecha y alquilado por Clarín? ) cuando cuenta cómo Víctor Hugo Morales miente en su autobiografía al adjudicarse un cargo periodístico que nunca tuvo? ¿Miente el cantante de tangos Aníbal Oberlín cuando cuenta que durante años Víctor Hugo Morales iba todos los fines de semana a un cuartel del Ejército uruguayo, donde había presos de la dictadura, a cantar, a jugar paleta, al fútbol y al billar? ¿La grabación donde Víctor Hugo es presentado como "un conspicuo amigo de todos los integrantes del batallón Florida" es falsa? ¿Está adulterada? ¿Tienen alguna prueba en ese sentido?
¿Es cierto o es falso que Víctor Hugo Morales juró por lo más querido de su vida que nunca tuvo agendando el teléfono de un militar? ¿Entonces es falsa la grabación en la cual se escucha a Víctor Hugo agradecerle al entonces mayor Grosso por estar siempre al otro lado del teléfono? ¿Miente también entonces el ex comandante del Ejército durante los gobiernos del Frente Amplio, el general Jorge Rosales, cuando cuenta que durante años se hablaban por teléfono para salir de noche todos juntos, Víctor Hugo y la barra del Batallón Florida? ¿Miente Rosales? ¿Mienten las diez personas que con nombre y apellido apoyan esa versión de la historia? ¿No será que el mentiroso es Víctor Hugo?
¿Son falsos los testimonios, personales y documentales, que muestran que Víctor Hugo no fue preso por oponerse a la dictadura sino por partirle la nariz a una persona común y corriente en un partido amistoso de fútbol? ¿No es cierto que Morales tiene una larga trayectoria de violencia y peleas, según él mismo confesó?
¿La grabación en la cual Víctor Hugo Morales le pide al comandante del batallón Florida que cuide la canchita de fútbol donde "tantas veces, tantas mañanas, nos entreveramos en picados inolvidables" es falsa? ¿No es Víctor Hugo el que habla? ¿Es un documento adulterado? Si es así, deberían denunciarlo y presentar las pruebas al respecto. Pero si es verdadera, ustedes, que son periodistas, académicos, actores sociales y figuras públicas, deberían dejar de repetir la mentira de los "dos picaditos de fútbol".
Ustedes vieron a Lanata y creen que el gran tema de Relato Oculto es la dictadura. No es así. El gran tema de Relato Oculto es la honestidad. Son los hechos, que en periodismo todavía existen. La verdad y la mentira.
Nadie los obliga a leer un libro miserable, un chisme carente de interés periodístico.
Pero si quieren debatir con el libro, entonces sí deberían leerlo y discutir con hechos y con altura.
Deberían dejar de insultar y de utilizar una y otra vez descalificaciones ad hominem.
Se sabe que los malos, feos y sucios también pueden decir la verdad.
Y que los buenos, lindos y limpios también mienten.
Ya tenemos un caso comprobado. Sería una pena tener que seguir agrandando la lista.

Artículo de Leonardo Haberkorn, publicado en la edición digital de La Nación, el 24 de agosto de 2012.

1.1.10

Una carta desdichada

Aunque se trate de un asunto de aparente poca importancia, vale la pena dedicar unas líneas al cruce de opiniones entre la periodista Lorena Bello y el humorista y comunicador Salvador Banchero.
Los dos se pelean en internet a raíz de un recital que el grupo de rock Los Traidores ofreció en el Teatro de Verano del Parque Rodó.
El concierto fue transmitido por Océano FM, la radio donde trabaja Banchero (es uno de los dos conductores del muy exitoso programa Justicia Infinita; el otro es Gonzalo Cammarota).
Justamente Banchero y Cammarota fueron los conductores de la transmisión radial del recital, deficiente según Lorena Bello.
La periodista escribió en internet una dolida carta relatando los errores que detectó en la emisión. Según ella “la transmisión de Océano FM desde el festival del Teatro de Verano dejó en evidencia la ignorancia de sus conductores, confirmando el vacío y la agonía del periodismo musical”. En su carta, Bello dice todas las canciones que cantaron Los Traidores fueron mal anunciadas: “La muerte elegante” lo fue como “La Muerte”; “Bailando en la oscuridad” como “Bailando”; “Solo fotografías” como “Fotografías”; “Viviana es una reaccionaria” como “Viviana”; “Profunda medianoche” como “En la profunda”; “Enemigo del mundo” como “Enemigo” . Y “Fundas plásticas” fue presentada como “Canción rebelde”.
En base a eso, Bello acusó a los conductores de exhibir una “ignorancia infinita”.
La carta de Bello trasunta un algo excesivo sentimiento de alarma por los errores del programa radial. Viendo el asunto en perspectiva, uno no puede sorprenderse. Ese –y no otro- es el nivel habitual de los medios de comunicación uruguayos también en asuntos mucho más importantes que un concierto de Los Traidores. Basta recordar cuando un informativo dio la noticia de que Uruguay abandonaba el Mercosur. O cuando un diario publicó el primera plana que los piqueteros de Gualeguaychú habían comprado misiles. Hace pocos meses los tres noticieros de los canales privados –Telemundo, Subrayado y Telenoche- acusaron ante todo el país a un pobre hombre de haber violado y matado a su hijita, cuando la pobre niña había muerto de una infección y el pobre padre, perseguido por los reporteros de nuestros canales, era solo una sufriente víctima más de la tragedia. Y a ninguno de los responsables de los tres noticieros se les movió un pelo.
Aunque Bello hace bien en protestar -porque la rebaja de calidad a la que nos someten los medios no debería ser tolerada en silencio como en general ocurre- todo este asunto del recital de Los Traidores sería solo una anécdota si no fuera por la respuesta que escribió Salvador Banchero.
Su carta comienza diciendo que “Lorena Bello tiene razón, cometimos errores… no hay problema en reconocerlo”. Pero por desgracia no termina allí.
Banchero, en una explicación que está de moda, aduce que ni él ni su compañero son periodistas y que eso los exculpa de lo deficiente de su trabajo.
“Nosotros nunca fuimos, ni somos, ni seremos ‘periodistas musicales’ (…) sólo somos unos señores que trabajan en el mundo del entretenimiento fundamentalmente desde el humor”.
Está claro que Banchero es humorista y no periodista (aunque en una entrevista en La República le preguntaron si es humorista o comunicador, y él respondió: comunicador). Pero si acepta hacer un trabajo de periodista, de conductor, de informador o de comunicador, debería hacerlo bien. O de lo contrario, dejar que lo haga otro.
Banchero va más allá todavía: “Puedo afirmar que a nosotros el ‘periodismo musical’ nos es tan ajeno como el golf o el cricket (…) Podemos cometer uno o dos mil quinientos errores sin necesidad de autoflagelarnos…”
Y agrega: “A nosotros, a Justicia Infinita, el ‘periodismo musical’ (o cualquier otro, dicho sea de paso) como dicen los españoles ‘nos la suda’, no nos interesa, no es nuestro terreno…”
Lo escrito de puño y letra por Banchero sirve como retrato perfecto de un espíritu que cada día gana más espacio en los medios de comunicación en el Uruguay de hoy. A cualquiera le confían cualquier tarea para que la haga de cualquier manera. Y el resultado, por pésimo que sea, a nadie le importa nada.
Como si lo escrito no fuera ya suficiente bochorno, Banchero se mete también con la vida personal de la periodista que señaló sus errores:
Lorena Bello es una chica con problemas… si hubiese una teletón para personas con grandes resentimientos seguro la conocerían todos porque sería la cara elegida para representarla todos los años, pero como no hay, casi todo el mundo no tiene la más pálida idea de quién es esta señora”.
Y, cayendo a un nivel imposible ya de justificar, se mete con la vida sexual de Lorena Bello: “Nosotros todavía no habíamos visto ni una teta y con seguridad las tuyas ya se paseaban entre todos los bastidores de la escena rockera nacional”.
Finalmente le aconseja que se mate: “Aceptá mi consejo y seguí la lógica del rock que tanto venerás, el de verdura: consumite rápido. Comprate un revólver o un frasco de pastillas que seguro será más glamoroso…”.
Tantos exabruptos no parten de cualquiera. Salvador Banchero es una figura importante de los medios de comunicación. El diario El País lo definió junto con Cammarota como los “referentes de una generación” de jóvenes. Su carta, la de un referente, es solo un signo más de hasta qué punto Uruguay se ha vuelto un país analfabeto en materia de debatir, discutir y argumentar.
A diferencia de él, que quiere que Lorena Bello se mate, yo quiero que Salvador Banchero viva muchos años. Que se dedique al humor. Que si todos los días va a reírse del trabajo ajeno, trate de hacer un poco mejor el propio. Y que, por favor, no escriba más cartas.

Artículo de Leonardo Haberkorn
Derechos exclusivos blog El Informante.

24.11.09

Querido Mena

Sin que hubiéramos tenido arte ni parte, a los de mi generación nos tocó ir al liceo durante la dictadura. Y para un liceal, el Uruguay de la dictadura era la cosa más sosa y aburrida del mundo.
No había política ni políticos. No se juntaban firmas, ni se organizaban marchas, ni se protestaba por nada. Los noticieros se dedicaban a la lectura de los comunicados del gobierno cívico-militar. Los diarios apestaban. No había revistas uruguayas. El mundo tenía dos tipos de países: democráticos y comunistas. No había rock uruguayo ni nada que se le pareciera. De la existencia del punk, de los Sex Pistols y The Clash, me enteraría con casi diez años de atraso, gracias a Los Estómagos. Tampoco existía lo que luego se llamó canto popular. No se podía nombrar a Zitarrosa ni al Sabalero ni a tantos otros. La marihuana era un tabú. El sexo también, y se debutaba indefectiblemente con una prostituta. Estar en la calle con los amigos era un peligro: tres veces pasé una noche preso solo por estar con amigos en una vereda.
En medio de ese panorama desolador, de ese desierto existencial, de esa nada, un día llegó Mena, el profesor de historia.
Venía precedido de una fama de lunático, transmitida por sus alumnos anteriores. Se contaba que una vez, cuando el pago de sueldos se había atrasado, Mena había llegado a clase con una guitarra y se la había pasado cantando. Y que a veces, cuando tenía un ataque de furia, le pegaba a los alumnos con su paraguas. Su andar encorvado potenciaba la leyenda. Así lo vimos llegar un día a nuestra clase. Estábamos en cuarto y ya nunca nada fue lo mismo que antes.
Foto tomada de Produccionesdehachaytiza.blogspot.com
Mena enseñaba historia con pasión, intentando que entendiéramos las razones y las causas de los procesos históricos. Procuraba que captáramos la influencia del pasado en el presente. El mundo se movía y no era ese lugar insípido que parecía.
Aunque se supone que estaba prohibido, y ningún otro profesor lo hizo nunca, Mena nos habló por primera vez de política. Nos explicó lo que eran los blancos y los colorados. Nos habló de su amado Aparicio Saravia y también de Batlle, de sus vidas, sus ideas y de los valores que representaban. Nos abrió los ojos a un mundo que cuidadosamente nos habían ocultado. Nos contó miles de historias: de las matanzas del Goyo Jeta a los históricos negociados del Banco Comercial: descubrimos que Uruguay no era la nada: era un país con su historia, sus cretinos y sus héroes, como cualquier otro.
También nos hizo ver que la política volvería tarde o temprano, que la dictadura no duraría para siempre. Recuerdo que el día en que el general Gregorio Álvarez asumió la Presidencia se dedicó a analizar esa noticia, yendo mucho más allá que los diarios y los noticieros. Nos habló de sus esperanzas de una reapertura democrática, y nosotros con la boca abierta.
No recuerdo en qué curso fue, pero una vez nos mostró el libro de texto oficial del curso recomendado por las autoridades de Secundaria y nos aconsejó vivamente que no lo compráramos, nos advirtió que él no lo usaría porque aquel libro era un “vómito”. Lo dijo y lo reafirmó tomando un ejemplar del pupitre de una de nuestras compañeras y estrellándolo contra el piso. Anunció que él daría las clases y listo, sin texto. Así que el mundo no era solo obedecer y cumplir órdenes.
Nos recomendaba, en cambio, los libros de Alfredo Traversoni, que estaban prohibidos y proscriptos como su autor. Nos enseñaba a pensar, a razonar, ser críticos ante todo, algo que en la dictadura no te aconsejaban en ningún lado. Varios amigos recuerdan el día que nos pidió: "Recuerden que la Historia la escriben los vencedores, la niegan los vencidos y la creen los tontos”.
Es cierto que Mena se enojaba. A veces podía exhibir un mal humor muy amenazante y otras veces era irónico, sarcástico, incluso cruel, con quienes no captaban el espíritu crítico que deseaba transmitirnos. Sentía una verdadera fobia contra aquellos que estudiaban las lecciones de memoria. Una vez una estudiante no muy avispada habló en clase del “impuesto al sol”, cuando debía haber hablado del “impuesto a la sal” que se cobró en diversos lugares y momentos históricos. Mena se percató que aquella chica no entendía de qué estaba hablando, que solo repetía una lección mal memorizada. “¿Es un impuesto que se paga cuando alguien va a la playa y toma sol, por ejemplo?”, le preguntó. La alumna no dudó: “Sí, claro”. La voz de Mena atronó en todo el salón: “¡Qué estupidez! ¡Qué estupidez! ¡Qué estupidez!”.
Eso también: Mena era políticamente incorrecto de un modo glorioso. Hoy, cuando lo políticamente correcto lo ha invadido todo hasta la imbecilidad, cuando está mal llamar “chico” o “menor” a un niño, cuando para decir uruguayos hay que decir “uruguayas y uruguayos”, recuerdo que tener clase con Mena era siempre un desafío a las convenciones y un reto a la inteligencia. Con él las cosas nunca tenían que ser como se esperaba que fueran. Sin duda, detrás de su voz cascada y de su desatada ironía, sentía una gran ternura por esos adolescentes obligados a crecer en el espantoso Uruguay modelo 1970.
El profesor Celiar Enrique Mena Segarra falleció el domingo 22, en Montevideo. Tenía 75 años. Se calcula que tuvo 10.000 alumnos. Tuve la suerte de ser uno de ellos durante tres cursos: cuarto, quinto y sexto. Mena, con sus buenos y malos humores, sus risotadas y su paraguas, su guitarra y sus arranques de bronca, me abrió los ojos a un mundo enorme y complejo, mucho más rico e interesante de lo que yo nunca había imaginado.
Y eso es algo, querido profesor, de lo cual no voy a olvidarme nunca.

Artículo de Leonardo Haberkorn
el.informante.blog@gmail.com

1.6.08

Zoológico de Villa Dolores: el silencio de los inocentes

Uno
--¡Está muerta! ¡Está muerta!
Es sábado a primera hora de la tarde y el sol del verano cae pesadamente sobre Montevideo. Una joven pareja está detenida frente a una de las piscinas del zoológico de Villa Dolores. La piscina no tiene agua. En su lecho, una pequeña foca se achicharra bajo el sol. Está quieta, dura, inmóvil, tirada arriba de un montón de hojas secas de eucalipto. Efectivamente parece muerta. La piscina, además de vacía está despintada, rajada y sucia, la falta de agua permite ver mejor sus miserias. El animal continúa sin moverse. Quizás no sea foca y sea un pequeño lobo de mar: como en tantos otros lugares del zoológico, no hay ningún cartel que indique de qué animal se trata.
--¡Está muerta! ¡Está muerta!, insiste la chica.
El muchacho va en busca de auxilio.
Por fin encuentra a uno de los empleados del zoológico, sentado, tomando el sol.
--Ahí hay una foca que se quedó sin agua, parece que está enferma o muerta.
--No está muerta, está bien.
--Pero no tiene agua, con este calor se va a morir...
--No, no se muere. Aguanta.
--¿Y por qué no tiene agua?
--Le están cambiando el agua a la piscina...
--¿Y cuánto va a demorar en tener agua?
--¡Ah! Demora... es grande la piscina.
--¿Cuánto? ¿De noche va a tener agua?
--No, hasta mañana no.
--¿Va a tener que esperar un día?
--Más o menos, por ahí. Pero mire que aguanta.
Ocurrió el sábado 30 de diciembre. El animal que se achicharraba al sol no era una foca ni un lobo de mar autóctono. Era una especie de lobo marino propio de las heladas aguas antárticas. No es de extrañar que pareciera muerto bajo el calcinante sol de la piscina vacía.

Dos
Uno de las primeras cosas que Tabaré Vázquez hizo cuando asumió como intendente, en 1990, fue ir al zoológico. Vázquez hizo una visita sorpresa y constató que más de la mitad de los funcionarios había faltado sin aviso, incluyendo a los 13 veterinarios de entonces. Vázquez se quitó el saco y la corbata y atendió a la elefanta. Fue todo un gesto: el nuevo intendente quiso decir que su administración no toleraría la decadencia del zoológico y el descuido de sus animales. Han pasado 11 años. Pasó toda la administración de Vázquez. Pasó todo el primer gobierno de su sucesor Mariano Arana. Y ya ha comenzado otro. Y la decadencia del zoológico no sólo no se detuvo sino que llegó a límites dolorosos.
Quien dude de esta afirmación puede ir y verlo con sus propios ojos. La entrada vale apenas ocho pesos, pero quizás el lector no tenga que pagarla.
A este cronista, 11 años después, le pasó lo mismo que a Vázquez. Llegó hasta la puerta del zoológico y no había nadie en la boletería. Tampoco en la entrada. El zoológico estaba abierto y había un gran cartel que decía: "Entrada 8 pesos". Pero no había nadie que la cobrara ni nadie que controlara la puerta.
Seguro que los funcionarios tenían algo importante que hacer.
Sábado 30 de diciembre del 2000, tres de la tarde.

Tres
Hoy el zoológico está dirigido por un interventor, Walter Cortazzo. El intendente Arana tomó la decisión de intervenirlo en noviembre, luego que varios ediles de la oposición denunciaron que el parque y sus animales estaban al borde de colapsar debido al grado de abandono reinante.
El edil nacionalista Osvaldo Abi Saab señaló entonces que existían jaulas en estado ruinoso, falta de limpieza y mantenimiento, sectores invadidos por los yuyos y las ratas, peligro para los visitantes debido a la existencia de alambrados rotos, focos de aguas servidas. También dijo que solía no haber funcionarios en la boletería y en la entrada.
A su vez, los trabajadores del zoológico nucleados en el sindicato Adeom denunciaron que los animales habían pasado ocho días sin comida. "Existe insensibilidad con los animales", dijo en noviembre Abi Saab.
La directora de entonces, Araceli Paleo, no concurría a su trabajo desde hacía varios meses en usufructo de una licencia por enfermedad. Arana decidió removerla del cargo. El intendente creó una comisión integrada por representantes de la Intendencia y técnicos universitarios para hacer un proyecto de reestructura total. Y nombró interventor a Cortazzo para que rescatara al zoológico de su degradación.

Cuatro
Viernes 5 de enero, 11 de la mañana. Le están dando de comer a los animales. Hay algunos funcionarios que reparten la comida con evidente cariño; otros la tiran como si fueran piedras.
Están esquilando una oveja criolla en medio de uno de los senderos. "¿Pasa algo?", pregunta prepotente el empleado municipal cuando alguien se acerca a mirar.
Sí, pasan varias cosas. Hay unos papagayos con un cartel que dicen que son palomas. Hay una rata comiéndole la comida al jabalí. Sale de un caño, corre, llega hasta donde hay unas zanahorias, agarra algo y vuelve corriendo a su caño. Repite la operación cada dos o tres minutos, a plena luz del día. Hay una caja de pescado tirada desde hace una semana en el estanque de patos y cisnes. El agua está muy sucia. Hay hojas y ramas tiradas en el suelo desde el temporal del 26 de diciembre. Hay bolsas de portland, nylon y pedazos de bloques tirados en los senderos. Hay que cortar el pasto. La puerta del cerco que rodea la jaula de los leopardos está abierta, cualquier niño puede llegar hasta las rejas y tratar de acariciar a las fieras. Hay una especie de perro que llora. No tiene cartel así que no se puede saber exactamente qué es. Parece un lobo, pero está rengo y tan flaco que parece que cualquier perro de barrio le puede dar una paliza. El interventor explicaría luego que es una loba vieja. Está encerrada en una jaula diminuta, de dos por dos. Se le notan los huesos. Está sola. Va de un lado a otro y llora. Se queda quieta en un rincón y llora. Se para otra vez. Llora.

Cinco
Jueves 4 de enero, 18 horas. Hace dos meses que Walter Cortazzo asumió como interventor del zoológico. "El intendente me pidió que comenzara a trabajar para recuperar el parque, que está muy deteriorado. Vine a aprender, pero soy parte del gobierno municipal. No me voy a fijar objetivos imposibles, pero la responsabilidad que me ha dado la intendencia voy a llevarla a cabo. Voy a recuperar el parque: esto es algo que se merecen los montevideanos, es responsabilidad de la Intendencia de Montevideo y es posible hacerlo".
Cortazzo dice que está trabajando en dos planos: uno a largo plazo, con la comisión que ya elaboró un anteproyecto para reformular el zoológico. Pero pasarán años antes de que ese proyecto pueda ser realidad. Así que su trabajo en lo inmediato es hacer que este zoológico recupere su dignidad largamente perdida.
"Estoy tratando de ver cómo son las cosas, las relaciones con los funcionarios. Va a llevar un tiempo y no será fácil. Como se puede ver, hay muchos lugares donde hace mucho tiempo no se realiza ningún tipo de mantenimiento. Acá parecería que no ha habido ninguna planificación, que no hubo conciencia de la importancia que este lugar tiene para la ciudad".

Seis
"En los últimos cuatro años, el zoológico ha cambiado cinco veces de director y ha sido cerrado tres veces por cuestiones graves", recuerda Abi Saab. En ese lapso se constató la muerte de patos, ñandúes y cisnes de cuello negro devorados por las ratas, una ñiña fue ataca por un mono, desaparecieron animales y la tigresa murió tras un desigual combate contra dos leones: fue un acto de sabotaje criminal, alguien abrió deliberadamente la reja que separaba a las fieras.
"Los directores se sucedieron --continúa el edil--pero nunca hubo una mejora ni una solución. Es un lugar que es visitado por un millón de personas al año, el paseo más visitado de todo el país. Vienen todas las escuelas, los liceos, pero cualquiera ve que no es un lugar adecuado para recibir visitas".
Es cierto: además del espectáculo deprimente que ofrecen los animales encerrados en condiciones indecorosas, en el zoológico faltan los bancos, no hay bebederos ni lugares donde arrojar los residuos, no hay donde comprar un refresco ni donde sentarse a tomarlo o a descansar.
El lugar destinado a ser parador está ocupado desde hace años por la Sociedad de Acuaristas, una institución privada que allí tiene sus peceras. El público, que perdió el parador, no gana nada con que los acuaristas estén allí: el lugar permanece cerrado a las visitas con gruesos candados.
Cortazzo reconoce que allí tiene otro problema. "Un padre que recorrió todo el parque llevando a sus niños y quiere sentarse a descansar unos minutos no puede, no tiene dónde. Si quiere comprar una coca cola, tiene que salir afuera del zoológico".

Siete
La escena se repite decenas de veces por día, siempre igual. Los niños arrastran a los padres hasta el rincón donde están las jaulas de los osos. Cuando llegan frente a las rejas, los niños señalan a los animales:
--Mirá papá, papá. ¡Los osos!
La inmensa mayoría de los padres y las madres se quedan invariablemente unos segundos en silencio: intentan asimilar lo que están viendo. Después, cuando recuperan la voz, le responden a sus hijos, hablando bajito:
--Pobres osos.

Ocho
El interventor informa que las ratas dejaron de ser un problema grave. "Ahora hay pocas", dice.
Pero las ratas se ven a plena luz del día, robándole la comida a los huéspedes del zoológico. Uno se pregunta cómo será de noche.
De todos modos, los animales de Villa Dolores mueren por causas más fáciles de prever y de combatir que los ataques de las ratas.
El temporal del 26 de diciembre dejó un reguero de muertes de animales aplastados por el granizo. "La tormenta nos mató cuatro espátulas rosadas, varias garzas y un lobito de río. Los mató el granizo. Eran animales nuevos en el zoológico, recién habían venido de Tacuarembó y todavía no se habían acostumbrado, no supieron encontrar refugio cuando empezó a granizar", explicó Cortazzo.
Peor todavía: días después otros animales murieron al explotarle literalmente el corazón debido al excesivo calor.
"El jueves 4 se nos murieron tres ovejas criollas. Estaban sin esquilar, con toda la lana, y cuando les hicimos la autopsia resultó que habían tenido un infarto: no habían aguantado el calor y se murieron. Según me dijeron, hasta ahora las ovejas no eran esquiladas en verano porque nunca había pasado nada", afirmó Cortazzo.
Usando el lenguaje de los empleados del zoológico: hasta este verano las ovejas sufrían, pero "aguantaban".
Tras la autopsia, Cortazzo mandó esquilar a las ovejas criollas sobrevivientes. Ahora mismo están esquilando una.
"¿Pasa algo?", pregunta prepotente el funcionario.

NueveLo que pasa, según el edil Abi Saab, es que "la Intendencia no ha sabido cómo hacer trabajar a los funcionarios. Algunos transpiran la camiseta, pero otros no".
Uno de los integrantes de la comisión que está proyectando el zoo del futuro, fue más drástico aun: "esto está en un estado lamentable porque es la Siberia de la Intendencia. Todo el que no sirve, lo mandan aquí".
Pero el interventor Cortazzo es cuidadoso cuando se le pregunta por sus funcionarios:
--Suele decirse que los funcionarios del zoológico no sirven, que son todos los que han sido descartados por otras dependencias de la Intendencia. ¿Usted está de acuerdo?
--Esa es una opinión generalizada, pero yo todavía no sé... yo no comulgo con la idea de que las cosas no se pueden cambiar. Yo he visto funcionarios que son muy buenos cuidando animales y otros que no. En el caso de los que no están preparados, ahora van a tener que hacer cursos para capacitarse como deben. Si son necesarias observaciones fuertes se harán. Si los cursos tienen que generalizarse, también se hará. Pero yo creo que el zoológico se puede recuperar con sus actuales trabajadores.
--Usted defiende la capacidad de los funcionarios. Eso hace pensar que los principales responsables del deterioro fueron los últimos directores.
--Es probable. No sé qué circunstancias impidieron que ellos hicieran bien las cosas.

DiezFelipe lleva más de 21 años encerrado en una celda muy pequeña, en la que apenas puede moverse. Con apenas dar unos pasos, llega de un extremo a otro. Felipe es inocente de todo crimen o pecado, pero la vida se la ha ido tras las rejas. Tiene 22 años y está en Villa Dolores desde los seis meses. Es uno de los tres osos del zoológico. Felipe, el oso baribal; Gallega, la osa parda y el oso tibetano, que no tiene nombre.
Cada uno tiene su jaula, las tres diminutas, desaseadas, despintadas, deprimentes. Cada una con su pileta, sucia, apretada, en la que apenas cabe el cuerpo del animal. Verlos da pena. "Ese es el comentario generalizado", reconoce Cortazzo.
Por algún extraño motivo, las jaulas de los osos son una de las pocas en todo el zoológico que tienen un cartel indicando la especie a la que pertenece el animal y algunas de sus características. Pero cuando uno lee lo que dicen los carteles de Felipe, Gallega y el oso tibetano, preferiría que no existieran.

Once
El sindicato Adeom responsabiliza de la decadencia de Villa Dolores a los intendentes: "La responsabilidad es política, es de la cabeza. Si las cosas no se hacen bien, ellos tiene la responsabilidad de corregirlas", señaló el dirigente Hugo Belli.
La última directora antes de la intervención, Araceli Paleo es ahora la subdirectora de la Escuela de Jardinería de la Intendencia. Fue imposible ubicarla para que explicara cómo su gestión desembocó en la actual crisis.
"Ella salió, se fue a la Intendencia, al centro, a hacer unos trámites para ella. Hoy no vuelve", dijo un día uno de sus funcionarios.
Otro día, el teléfono de la Escuela de Jardinería daba siempre "fuera de servicio", desde primera hora de la mañana hasta última la tarde. De mañana, también el teléfono del vecino Jardín Botánico daba "fuera de servicio". Pero pasado el mediodía alguien atendió allí.
--¿No sabe qué pasa con la Escuela de Jardinería que el teléfono da siempre "fuera de servicio?"
--Lo que pasa es que hoy tuvimos paro y asamblea hasta las 12. Descolgaron el teléfono y no deben haberlo vuelto a colgar.
Por fin un día, a las 10 de la mañana, una funcionaria atendió el teléfono en la Escuela de Jardinería. "La subdirectora no va a llegar hasta las 10 y media, pero deje su mensaje".
--Queremos hablar con ella sobre su gestión en el zoológico.
Araceli Paleo nunca respondió la llamada.

DoceEl zoológico tiene 90 funcionarios: 12 oficinistas (cantidad que parece más que suficiente para que siempre haya alguien en la boletería), cuatro maestros, cinco veterinarios y el resto obreros (cuidadores, carpinteros, herreros). "Quizás sí sea algo desproporcionada la cantidad de administrativos", admite Cortazzo.
Es tarde de sábado y hay muchos funcionarios, pero ninguno barre, corta el pasto o pinta las jaulas, todo lo que haría mucha falta. "Los que trabajan de tarde se dedican a la vigilancia", explica el interventor.
Varios de los empleados municipales están sentados en los bancos, tomando el sol, dejando que el tiempo pase. Ahora uno de ellos y el vendedor de pop mueven juntos el banco ubicado en la puerta del reptilario para ubicarlo bien bajo el sol:
--Parece que no, pero está fresco, che.

TreceQue fresco ni fresco, podría decir Gallega, si hablara. Porque el habitat propio de Gallega es la nieve y no este verano tropical, explica el cartel que la osa parda tiene frente a su celda. El letrero también dice que los osos pardos son muy amantes del agua y Gallega tiene apenas su mísera pileta. Agrega que los osos pardos son "fuertemente monógamos" y Gallega está sola.
El oso tibetano también debe sufrir mucho. Su cartel dice que come pescado, pero le dan pan y manzanas. Agrega que "sus cualidades para escalar y nadar son notables". Pero en su celda no hay nada que pueda escalarse --ni siquiera un tronco viejo-- ni tiene donde nadar tampoco.
Felipe también debe sufrir mucho. Su cartel dice que "es muy juguetón". Pero Felipe vive solo y en su jaula no hay nada --ni un tronco, ni una pelota, ni un palo o una rama. No tiene nadie ni nada para jugar.
Felipe se acerca a la reja y saca sus manos para afuera. Un niño grita:
--Mirá, mamá, ¡el oso!
La madre se queda callada unos segundos y luego con cara de tristeza murmura:
--Pobre oso...

Catorce
"Sí, nos hacen falta juegos. Todos los animales juegan, ahora pusimos una persona que está estudiando cuáles son los juegos mas adecuados para cada especie", reconoce Cortazo.
El interventor admite que existen muchas situaciones a corregir, reconoce su gravedad, pero pide tiempo y reclama que la prensa vuelva regularmente al zoológico para ver cómo van las cosas. "Estamos tratando de ir mejorando la situación de los animales, pero no se puede hacer todo a la vez. Comida no les falta. Y ya se notan algunas mejoras, estamos recuperando la estatuaria. Pintamos el cubo de la entrada. No sé hace cuántos años que no lo pintaban, era todo una mugre..."
Antes de despedirse el interventor señala un banco de plaza, ubicado cerca de la entrada. Está recién pintado y luce espectacular al lado de los bancos vecinos, que están decrépitos. "Mire ese banco cómo quedó. Yo sé que es poco, que con esto todavía no demuestro nada. Pero sí demuestro una cosa: que es posible mejorar el zoológico y que es posible hacerlo con sus trabajadores".
Salgo. Ahora hay un empleado en la boletería.
Me gustaría saber qué piensan Felipe, Gallega, la loba que llora y las ovejas criollas de todo esto.
Sí, las ovejas sobrevivientes, claro.

Publicado por Leonardo Haberkorn en el suplemento Qué Pasa, del diario El País, el 20 de enero de 2001.

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